Nacionales-, El programa desarrollado en la Argentina logró aumentar la población de cóndores en Suramérica. Tres décadas de una tarea con reconocimiento internacional y con mucho que hacer por el ave no marina más grande del mundo.
“Vigía del horizonte, centinela del silencio”. Así describe el poeta y cantautor santacruceño Eduardo Guajardo al antiguo habitante suramericano. Su porte gallardo y elegante, su brillante plumaje blanco y negro y el “collar” de plumas blancas alrededor de la base del cuello hacen del Cóndor Andino un verdadero “Emperador de los Andes”.
Se los puede encontrar desde Venezuela hasta Tierra del Fuego, a lo largo de los 7500 kms de la cordillera de los Andes. Solemos relacionar su nombre con esos paisajes andinos. Pero también habita en la precordillera de San Luis, Córdoba y parte de las sierras pampeanas. Junto con el Águila y el Puma, el manke o mañke (cóndor en mapudungun) es uno de los de mayor rango entre los animales sagrados de los pueblos originarios de la región.
Uno de los pilares del programa es facilitar la reproducción. “Tienen una bajísima tasa reproductiva. Alcanzan la madurez sexual a los 9 años y tienen una cría cada 2 o 3 años. Trabajamos en lo que es la reproducción y eso nos permitió criar 75 pichones, un récord mundial sin antecedentes. Lo interesante es que el 100% de los pájaros que criamos son para reintroducir en ambientes naturales”, remarcó Jácome.
En convenio con los ministerios de Ambiente, se generaron cuatro centros de rehabilitación: el Ecoparque de la ciudad de Buenos Aires, Temaiken en Escobar, otro en la localidad de San Carlos y en el Ecoparque de la capital provincial, ambos en Mendoza. La rehabilitación primaria se hace en la provincia donde se lo rescata. Una vez estabilizado, el ejemplar es trasladado a alguno de los centros donde completan su rehabilitación. Los que se rehabilitan vuelven al ambiente natural y los que no se pueden liberar, forman parte de los programas de reproducción.
Aunando voluntades
El trabajo realizado en esta vida de 30 años dedicada a los cóndores ha logrado reconocimiento a nivel mundial. Un ejemplo de esto es que la Sociedad Zoológica de Londres ha elegido la reintroducción de cóndores en la costa argentina para ilustrar la tapa de su último libro de reintroducción de fauna silvestre.
Sin embargo, todo este esfuerzo parecería convertirse en nada cuando ves que se mueren cientos de cóndores envenenados por cebos tóxicos. “Empezó a pasar en 2017. Muertes masivas en Jujuy, Mendoza, Patagonia, en todo el país. Nos quedamos helados porque no teníamos experiencia con eso. Nos pasó por arriba, es un tsunami para la conservación del Cóndor. Cuando aparece el primer caso en Rinconada, Jujuy, con la muerte de 19 cóndores, nosotros lo denunciamos en la Unidad Fiscal para la Investigación de Delitos contra el Medio Ambiente (UFIMA), en las Ministerio y Direcciones de Ambiente de las provincias, de Nación, Consejo Federal de Medio Ambiente (Cofema), Senasa. Seguimos sosteniendo el tema y para cuando fue el caso de Mendoza, la opinión pública tomó conciencia de que esto estaba pasando.”
Frente a esto, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación junto a la Fundación Bioandina Argentina, contando con la adhesión de las autoridades provinciales de Ambiente y el apoyo de instituciones y actores relevantes de la sociedad, crearon la Estrategia Nacional contra el uso de Cebos Tóxicos (ENCT). Cuenta con líneas de acción que implican la entrega de Kits de urgencia a las autoridades provinciales, equipados con elementos de bioseguridad, instrumentos para la toma de muestras y saneamiento ambiental y estudios toxicológicos con los que es posible detectar y diferenciar los tóxicos utilizados. Además desarrollan campañas educativas y encuestas a pobladores rurales, lo que brinda valiosa información para comprender mejor la relación que establecen con la vida silvestre y los conflictos que deben superar en sus prácticas productivas. (Daniella Mancilla Provoste)