Regionales-, El río Los Antiguos da vida a chacras y plantaciones de cerezas. Sus nacientes en la Meseta Lago Buenos Aires, por el contrario, han permanecido desconocidas hasta la actualidad. El guía de montaña, Guido Vittone, realizó un primer relevamiento para evaluar la salud del glaciar.
Monte Zeballos es el nombre que el explorador Carlos Moyano le dio a un grupo de cerros que divisó a gran distancia en 1880. Debido al terreno, al clima, y a las dificultades de aproximación, son escasas las expediciones que han podido ingresar al sector alto, permaneciendo la zona casi tan desconocida como cuando Moyano la describió.
Hoy sabemos que se trata de un macizo de origen volcánico con diferentes fases de construcción, transformación y erosión. El resultado de su historia geológica a lo largo de 10 millones de años nos ha dejado un prominente relieve de gran extensión y altura, con media docena de cumbres que alcanzan los 2700 metros sobre el nivel del mar.
Oculto a la vista desde cualquier ángulo, y esquivo incluso para observar desde el aire, un glaciar “anidado” bajo la cumbre norte del Macizo Zeballos se derrite lentamente para dar origen al río Los Antiguos. Subsiste en un rincón sombrío a 2500 metros sobre el nivel del mar, parcialmente cubierto por desprendimientos de lava endurecida. El entorno y la superficie del glaciar ofrecen un paisaje impactante y nunca antes fotografiado.
La disminución del caudal del río este verano y un interés en la geografía física de la región motivaron al guía de montaña y vecino de Los Antiguos, Guido Vittone, a llegar a sus nacientes el pasado 21 de marzo, para observar el glaciar sin la cobertura de nieve que subsiste durante gran parte del verano.
“Había observado el glaciar desde la cumbre norte en el año 2000 y años después desde el oeste, aunque solo parcialmente. Algunas fotos, como las tomadas por mis amigos Federico Djeordjian desde el sur, y por Sebastián Moyano desde el pie mismo del glaciar, me alentaron a buscar la forma de acceder al hielo por primera vez”, relata Vittone.
Fue así, que la expedición se programó para fines del verano, cuando el glaciar estuviera descubierto de nieve. “La oportunidad se presentó el 21 de marzo, con condiciones ideales. Desde la ruta 41 elegí una ruta directa, con un desnivel de más de mil metros, pero que me permitía descender al glaciar después de casi alcanzar la cumbre del Zeballos Norte. Después de un ‘vivac’ (un acampe al aire libre) y cinco horas intensas, aunque recompensadas por excelentes vistas, encontré un paso algo expuesto hacia el milenario hielo que tal vez nadie haya pisado antes”.
El Inventario Nacional de Glaciares estimó la superficie del glaciar del Zeballos, en 45 hectáreas, con base en imágenes satelitales del año 2008, y advierte una reducción significativa en las últimas décadas, aunque las observaciones de este año indican que la reserva de hielo es aún importante. Futuros monitoreos permitirán saber más sobre este fundamental recurso hídrico del noroeste de Santa Cruz.
Guido, además de guía de montaña, se especializa en geología, glaciología y además de su afán exploratorio y pasión por las montañas, “la curiosidad por evaluar la salud del glaciar contribuyó a que me internara en las entrañas del Macizo Zeballos. La disminución en el caudal del río Los Antiguos y el permanente bombardeo sobre cambio climático de los medios de comunicación me animaron a realizar la expedición”.
“Me atrevo a pronosticar que, si bien el glaciar no desaparecerá en las próximas décadas, se reducirá en superficie y volumen, y aumentará su cobertura de detritos (sedimentos de las rocas generadas por la erosión). La incidencia del derretimiento del glaciar podría no ser central en el caudal del río Los Antiguos”, explica y agrega: “Me refiero a que el río se alimenta también de otras fuentes que se ven afectadas por la sequía en mayor medida que el glaciar. Hace falta aforar metódicamente distintos puntos y hacer un seguimiento de sus cambios”.