Trashumancia desde adentro: una travesía con olor a lana y paisaje

Santa Cruz-, El fotógrafo de Perito Moreno, Franco Bucci, siguió durante cuatro días a un grupo de gauchos que arrean miles de ovejas desde la meseta del Lago Buenos Aires hasta el Cañadón del Deseado. A pie, a caballo, con paciencia y respeto, retrató una práctica centenaria que sobrevive en la Patagonia profunda.

No se trataba de llegar, disparar y salir. Franco Bucci sabía que para contar la trashumancia con la profundidad que merecía, primero tenía que estar, habitar los silencios, respirar el ritmo lento del arreo, caminar entre las ovejas, dormir en galpones de estancias vecinas o al costado de la ruta, compartir los mates con los peones. Solo así, con empatía y tiempo, la imagen podía construirse desde adentro.

“La idea era retratar una forma de vida, no hacer una postal”, dice Franco. Y lo logró. Durante cuatro días recorrió más de 70 kilómetros junto a la gente de la estancia La Vizcaína, en el noroeste de Santa Cruz, muy cerca del Parque Patagonia. El viaje comenzó en las alturas de la meseta del Lago Buenos Aires, donde las ovejas pasan la primavera y el verano, y terminó en las orillas del río Deseado, donde encuentran abrigo y pasto para el otoño y el invierno.

Antes de arrancar, acompañó la “pelada de ojos”, una esquila rápida que dura un día y medio. Luego se sumó al arreo. Caminó, cabalgó, escuchó. Aprendió a mirar sin interrumpir. “No es lo mismo fotografiar una actividad en un día que compartir todo el proceso”, cuenta. Además, “no estaba tan acostumbrado a andar a caballo”, por lo que la experiencia fue muy diferente. “Cuando uno se queda, convive, conversa con ellos, entiende. Y recién ahí puede levantar la cámara”.

Una experiencia que se transforma en memoria visual

La trashumancia es una práctica centenaria que sobrevive en algunas estancias de la región. Aunque va quedando en manos de menos personas, sigue marcando el pulso de una forma de producir ganadera adaptada al clima y a los ciclos de la estepa. Franco, que trabajó varios años en conservación de fauna, decidió documentar el entorno desde otra perspectiva. “Es mi forma de contar lo que somos, de dejar un registro de lo que existe y tal vez no esté para siempre”.

En su relato no faltan los detalles geográficos: “en el recorrido, se puede ver la meseta volcánica del Lago Buenos Aires, los valles de Los Antiguos, lagos glaciares, el descenso hasta el cañón del Deseado”

Lo que muchos no conocen es que, “en el noroeste de Santa Cruz, existe una meseta gigante: 500.000 hectáreas que se extienden como un mar de basalto y volcanes. En su parte más alta, hacia el oeste, se encuentra el complejo volcánico Monte Ceballos, que guarda el último glaciar extrandino de la provincia”, describe.

Todo el paisaje está marcado por conos volcánicos, valles y antiguos lagos glaciares, que al retirarse dejaron grandes pampas planas. Desde esa meseta, el descenso es un viaje altitudinal hasta el Cañadón del Deseado: “Un cañadón gigante que nace en Perito Moreno y desemboca en Puerto Deseado, y que, como toda esta tierra, se formó al ritmo de las glaciaciones y el tiempo”.

Transitar estos paisajes en mayo, que tiñen de otoño la estepa de ocres y lilas en el amanecer. “Fue en esos momentos cuando pude capturar las imágenes más potentes”.

La búsqueda es también muy especial, porque lo que Franco espera es que “quienes vean estas fotos, conozcan su propio entorno, que entiendan que hay formas de vida que siguen existiendo, que tienen historia, esfuerzo, belleza. Y que valen la pena”, resume.

El trabajo completo aún no fue publicado, pero ya se proyectan ideas para exponerlo, compartirlo con las familias que participaron y seguir sumando escenas al archivo visual de una comarca que, como Franco, respira paisaje, historia y sensibilidad.

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