Regionales-, Científicos trabajan sobre los restos óseos de cetáceos varados, hallados en el Parque de la Reserva Natural Monte Loayza + Cañadón del Duraznillo para identificar las especies y conocer más sobre la fauna marina de la provincia. Esta investigación se realiza en el marco del acuerdo entre Sinopec Argentina, Golfo San Jorge SA, Fundación Habitat & Desarrollo y el Consejo Agrario de la provincia de Santa Cruz..
El Parque Natural Provincial Monte Loayza y su Reserva Asociada Cañadón del Duraznillo fueron creados a los fines de conservar la diversidad biológica terrestre y marina además de fomentar la educación y el ecoturismo. En conjunto protegen una superficie de 77.440 hectáreas, gestionadas por una alianza entre Sinopec Argentina, Golfo San Jorge S.A, Fundación Hábitat y Desarrollo, y el Consejo Agrario de Santa Cruz. El Parque Natural Provincial Monte Loayza se encuentra al sur del golfo San Jorge, en Santa Cruz, entre los límites geográficos de Punta Nava al Oeste y Bahía Sanguineto al Este, a 208 Km de Caleta Olivia y 139 Km de Puerto Deseado.
Con mirada experta pueden identificar señales en la arena, inadvertidos montículos que ocultan vértebras, cráneos, mandíbulas, dientes. Pequeños tesoros científicos que, luego de ser analizados en el laboratorio y con asistencia de un software, ayudarán a conocer y comprender la diversidad de los cetáceos que habitan frente a las costas de Santa Cruz.
La bióloga Marta Hevia y el estadounidense Frank Cipriano, genetista especialista en cetáceos -ambos miembros del staff profesional de la Fundación Cethus- realizaron en octubre del año pasado una campaña de toma de muestras de restos óseos de cetáceos varados en las playas del área protegida. El trabajo de campo está enmarcado dentro de un proyecto que la Fundación lleva adelante desde 1993 en toda la costa de la provincia de Santa Cruz para identificar a los cetáceos que allí habitan.
Actualmente las muestras obtenidas en Monte Loayza-apenas unos gramos de polvo de huesos, pequeñas muestras de piel seca y de tejido adherido a barbas- están siendo procesados en el laboratorio de la Fundación y luego serán enviados a un laboratorio externo para el último paso: la secuenciación del ADN obtenido de las muestras. Hevia detalla que están trabajando en la obtención de ADN que les permita identificar la especie a la que corresponde cada uno de los restos registrados en la playa. Este dato sumado a la ubicación, permitirá luego configurar un mapa que indique la distribución de las especies. Esta información, además, es de utilidad para posteriormente cruzar con otras investigaciones “si tenés muchos ejemplares, u otros investigadores en otras partes del mundo están haciendo el mismo tipo de análisis con los mismos marcadores moleculares, entonces se pueden hacer estudios poblacionales, esto es por ejemplo, ver si las ballenas sei, que pasan por nuestras costas, pertenecen a la misma población que se ve en Brasil”.
En los recorridos, realizados del 15 al 19 de octubre pasado en Monte Loayza junto al guardaparques del área, hallaron la mandíbula de una orca, cráneos, barbas y costillas de ballenas, entre otros restos. “Pudimos determinar morfológicamente que la mandíbula correspondía a una orca, pero lo vamos a confirmar con el ADN. También vimos cráneos grandes que por el tamaño no pueden ser de otros animales que no sean ballenas, falta evaluar a qué especies corresponden, quizás ballenas fin, sei, franca o azul”, detalló Hevia. Los investigadores fotografiaron, tomaron medidas y determinaron el posicionamiento geográfico por GPS del material. Por la gran cantidad de elementos encontrados, más de 40 piezas, según detalló la investigadora, debieron priorizar algunas piezas de un grupo de restos para agilizar el trabajo.
Los zifios, los más esquivos
En 2008 los investigadores relevaron restos en Mazzarredo, al este de Monte Loayza. Durante ese viaje tomaron muestras de un zifio varado. “Cuando llegamos solo quedaban huesos y algo de piel seca, tomamos las medidas que se pudieron y colectamos un diente para hacer después análisis. En este caso, la identificación era fácil de realizar porque los zifios son cetáceos muy raros, en general no tienen dientes visibles excepto los machos adultos que suelen presentar uno o dos pares de dientes según la especie, salvo en esta especie en la que el macho adulto tiene un set completo de dientes funcionales contando, además, con un par de mayor tamaño ubicado en el extremo de la mandíbula”, explicó Hevia.
La investigación tiene mucho valor porque los zifios son animales muy poco conocidos, difíciles de estudiar porque suelen habitar en zonas muy profundas, pueden mantenerse sumergidos durante una hora u hora y media, permanecen lejos de las costas y son esquivos a las embarcaciones. “Estamos encontrando bastantes zifios en la provincia, estamos haciendo un trabajo compilando toda la información que tenemos, la nuestra y de bibliografía”, añadió la investigadora.
Hevia explicó que no se puede inferir que las especies que se encuentran en la playa son necesariamente habituales para el área. “No porque haya un animal varado quiere decir que sea una especie que se ve desde la costa, porque en general encontramos animales en avanzado estado de descomposición que puede ser que hayan varado vivos y que haya pasado mucho tiempo hasta ser encontrados debido a las grandes distancias entre muchas de las playas y los centros urbanos o que hayan muerto en el mar y hayan llegado a la costa por acción de la marea o los temporales y las corrientes”.