El choique patagónico: un tesoro natural para conservar

Regionales-, Conocé los resultados de un innovador estudio de conservación que revela los sorprendentes movimientos y los desafíos que enfrenta el emblemático choique en la región de la Patagonia. Descubrí por qué su preservación es esencial para garantizar un futuro sostenible en esta tierra de maravillas naturales.

El choique, también conocido como ñandú petizo o ñandú patagónico, es una especie de ave no voladora que habita en la región de la Patagonia, en el sur de Argentina y Chile. Entre marzo de 2021 y septiembre de 2022, a partir de un trabajo de investigación que aplica la última tecnología en la zona noroeste de Santa Cruz, el equipo de conservación de Rewilding Argentina, liderado por el guardaparque Emanuel Galetto y el biólogo Emiliano Donadío, ha capturado trece choiques para conocer más detalles de una de las aves más emblemáticas de la región Patagónica.

Todos los animales fueron capturados y equipados con collares en el Portal Cañadón Pinturas. La zona presenta una geografía caracterizada por extensas llanuras y mesetas, con la presencia de algunos ríos y arroyos. La cantidad promedio anual de lluvia es relativamente baja, sumado al infaltable compañero de la Patagonia: el viento, lo que contribuye al carácter árido de la zona.

La captura se realiza utilizando un sistema de redes fijas, extendidas entre arbustos, y arreos a pie. Emiliano explica que “el arreo se hace caminando lentamente, e involucra hasta cinco personas que siguen a los animales y los van llevando hacia las redes donde quedan atrapados. Luego, se procede a inmovilizar el animal mecánicamente, tomándolos fuertemente de las patas y evitando que abran las alas para que no se lastimen, y así inmovilizados, se los saca de las redes. A continuación, se coloca un collar de monitoreo que pesa 60 gramos y cuya batería dura 365 días. Luego se libera al animal.”

Todo el proceso dura unos entre unos 10 y 15 minutos. El collar tiene un GPS que toma el registro de la ubicación cada 4 horas. Al año, el collar se cae y lo podemos recuperar para bajar la información en una computadora. Esta tecnología se utiliza por primera vez con esta especie y los datos que aporta, ayudarán a tomar medidas que promuevan su conservación.

El Choique es la más pequeña de las dos subespecies de ñandúes, alcanza 1,10 metros de altura y unos 20 kg aproximadamente. Presenta un cuello largo y delgado, y unas patas poderosas y veloces, adaptadas para correr a altas velocidades. Se mueve en grupos de entre 5 y 30 aves, excepto en época de celo, donde se agrupan en un número significativamente mayor.

Los machos son polígamos y son los que se encargan de empollar los huevos producidos por varias hembras. Su plumaje es mayormente marrón y grisáceo, lo que le permite camuflarse entre la vegetación de su hábitat natural. Con relación al dimorfismo sexual, “la coloración es idéntica en ambos sexos, pero las hembras son ligeramente más pequeñas”, explica Emiliano, aunque aclara que, como son los machos los que incuban los huevos y crían a los pichones, “si ves un adulto con pichones, es casi seguro que sea un macho”.

“Hasta ahora, hemos recuperado seis collares, que en total registraron 3602 posiciones de GPS durante un período de 174 días” agrega Emiliano.

¿Y qué datos han sido los más relevantes en este período? “En principio, al analizar los datos, pudimos estimar el área en el que se mueven estas aves. A mí, lo que me llama la atención es el gran tamaño del área de acción que tienen. Esperaba que ocuparan áreas más chicas” explica el biólogo. De hecho, el animal, que se movió sobre un área menor de uso, ocupó 890 ha. Y el que lo hizo en un área mayor, lo hizo en 4.901 ha. Los datos también indican que las áreas de los distintos choiques se superponen extensamente.

Consultado sobre los hábitos de la especie entre las distintas estaciones del año, “los datos brindados por los GPS, no indican que los choiques migren durante el invierno, más bien, se mantienen en la misma área todo el año”.

La especie está catalogada como amenazada a nivel local y sus poblaciones naturales se encuentran fragmentadas y en disminución. Según Donadío, las principales amenazas son “la expansión de la frontera agrícola, la caza y la recolección de sus huevos”. Esta expansión “involucra la modificación del hábitat de la especie; en otras palabras, el paisaje natural donde habita es reconvertido a áreas de plantaciones o áreas de pastoreo, donde las condiciones de vida para el choique se vuelven más difíciles” explica Emiliano.

Con su singular belleza y elegante presencia, el choique no solo enriquece el paisaje, sino que, al igual que otras aves, también actúa como un importante indicador de la salud ambiental de la región.

El choique y una conexión sagrada con la naturaleza

En los confines de la región sur de Chile y Argentina, el pueblo mapuche se mantiene arraigado a sus tradiciones y costumbres ancestrales. Entre ellas, destaca una manifestación cultural única: la danza del Choique Purrún. Un cautivador ritual, profundamente enraizado en la cosmovisión mapuche, constituye un vínculo sagrado con la naturaleza. «Purrún» hace referencia al sonido que emite esta ave. Por lo tanto, la danza del Choique Purrún es una representación simbólica de la forma de vida y el comportamiento del choique.

Para estos pueblos la danza representa una forma de establecer un equilibrio armonioso con la naturaleza y las divinidades que la habitan. Durante el baile, los participantes imitan los movimientos y los sonidos del choique. Usualmente, los hombres visten trajes que imitan el aspecto del ave, con plumas y elementos decorativos característicos. Cada paso, cada gesto, evoca un profundo respeto por el entorno natural y una reverencia hacia los antiguos saberes transmitidos de generación en generación.

El choique se convierte, así, en un eslabón esencial en la cadena de vida patagónica. Desde lo cultural, ancestral y natural, su preservación es vital para garantizar un futuro sostenible en esta tierra de maravillas naturales. La conservación del choique no solo es una responsabilidad moral, sino una oportunidad única para proteger y preservar la riqueza única de la Patagonia, asegurando que las generaciones venideras puedan disfrutar de su esplendor y herencia natural.