Santa Cruz-, El noroeste santacruceño se convirtió en escenario de una emocionante aventura que ha dejado una marca imborrable en los corazones de quienes la emprendieron. Desde Los Antiguos, hasta las orillas del Lago Posadas, una travesía a caballo exploró los pintorescos paisajes de la estepa, la majestuosidad de la meseta y los imponentes paisajes de Santa Cruz.
En el paraíso de las cerezas, donde el viento es el compañero constante y en el horizonte el paisaje se confunde con el cielo, se encuentra la localidad de Los Antiguos, hogar del emprendimiento de cabalgatas «El Buen Samaritano». Este lugar, más que un simple negocio turístico, es el hogar de aventureros y amantes de la naturaleza, y fue el punto de partida de una travesía inolvidable.
Este verano, Bernard y Lucie, dos turistas franceses que ya habían hecho cabalgatas de cinco días, buscaron destinos donde hacer algo similar, pero con otros paisajes y un poco más largo. “Estuvieron averiguando en varios lugares de Argentina y les gustó nuestra propuesta”, cuenta Pablo Myburg, de “El Buen Samaritano”
Desde las videollamadas iniciales hasta el ensillado de los caballos, cada detalle fue cuidadosamente planificado. La ruta trazada se extendía desde Los Antiguos hasta el Lago Posadas, abarcando aproximadamente 200 kilómetros de paisajes que cruzarían ríos, estancias y valles.
Esta expedición la concretaron el guía Santiago Araneda, junto con Bernard y Lucie en el mes de febrero. La travesía comenzó con la promesa de aventuras desconocidas serpenteando al costado de la ruta 41, marcado por antiguas huellas de caballos y carretas. “En medio de un terreno escarpado, alternaron entre la ruta principal y las huellas que acortan camino, siguiendo las indicaciones de los estancieros”.
A lo largo del trayecto, los turistas montaron caballos guiados por Santiago y los acompañó un caballo más, que oficia de ‘pilchero’. “Es el que lleva todas las comidas, la olla para cocinar en algunos campamentos, la carpa, las bolsas de dormir, todo el equipamiento que se necesita para la travesía”.
Es habitual que sobren provisiones. Y es que, “son muchas las atenciones que las estancias brindan, porque nos invitan a comer, a hospedarnos, y casi no usamos la carpa”. “Los estancieros los recibieron casi siempre con asado, comieron cordero, borrego, capón. Se reían porque probaron el cordero en todos sus estadios”, cuenta Pablo entre risas, y destaca que la experiencia de compartir esos momentos con los baqueanos, fue lo que más les impactó a los turistas. “Las charlas y los momentos compartidos propiciaron conocer cómo vive la gente en el campo y los paisajes”.
En este viaje, la aventura protagonista fue la combinación entre la ruta y las huellas que trazan un recorrido por pintorescos paisajes. Durante los primeros días, los viajeros se encontraron rodeados de una estepa arbustiva, donde los cerros ondulantes y los bosques escondidos los encontraron a cada paso. Pero fue en las alturas donde la verdadera magia se desplegó ante sus ojos. Al cruzar ‘El Portezuelo’, una región lunar de grises rocosos y valles desolados, los turistas se vieron inmersos en un paisaje surrealista, donde la vegetación era escasa y los cerros parecían alcanzar el cielo. Aquí, la conexión con la naturaleza alcanzó su punto culminante.
Los días de la travesía transcurren entre mates al amanecer y paisajes deslumbrantes que se despliegan ante Santiago, Bernard y Lucie. En el tercer día, alcanzan la altura máxima de la ruta escénica 41, donde contemplaron el majestuoso cerro colorado y el complejo volcánico Zeballos. Una lluvia los obliga a detenerse y disfrutar de un reconfortante guiso de arroz con carne en un puesto improvisado, antes de continuar hacia el puesto de Sol de Mayo.
En el cuarto día, la historia de la Patagonia cobra vida en el casco de la Estancia Sol de Mayo, testigo del auge ganadero y del comercio con Chile. La jornada final los llevó hasta Ea. el Bagual, atravesando una zona árida y rodeada de vestigios glaciares. En el Bagual, fueron recibidos por Lucho Under, quien compartió con ellos la historia y las innovaciones ganaderas de la región, culminando con un festín de borrego al asador.
“El último día de travesía salieron desde la estancia San Sebastián costeando el Lago Pueyrredon, atravesaron algunos ríos, costearon el Lago Posadas, y les tocó un día realmente increíble, con calor y sin viento”, lo que propició un buen chapuzón para refrescarse, en las turquesas aguas del Lago Posadas, tanto para los viajeros como los caballos.
Y así, entre fogones humeantes y atardeceres dorados, la travesía llegó a su fin. Con el Lago Posadas extendiéndose ante ellos como un espejo tranquilo, celebrando el final de una jornada épica, con un festín en el bar de Aldoza, acompañados por la cálida camaradería de quienes hicieron posible esta inolvidable experiencia.
Desde los pintorescos valles hasta las imponentes alturas de la ruta escénica 41, cada etapa de este recorrido revela la riqueza natural y cultural de la región. Emprendimientos locales como «El Buen Samaritano» hacen posible estas aventuras, atrayendo a turistas de todas partes, con la promesa de explorar lo desconocido y conectar con la autenticidad de la Patagonia.