Provinciales-, El párroco de Las Heras fue ordenado obispo auxiliar de la Diócesis de Río Gallegos. Emocionado, agradeció y bregó para hacer de «esta hermosa Argentina una casa de todos». El obispo titular le deseó que «sea un loco apasionado por el amor de Jesús».
La decisión del papa Francisco de que Fabián González Balsa sea el obispo titular de Mascliane y auxiliar de la Diócesis de Río Gallegos se materializó este sábado con su ordenación episcopal en la ciudad de Las Heras.
Desde el 16 de mayo pasado, el cura párroco de San José se encomendó a la oración. «Uno piensa si tendrá capacidad, si podrá cumplir lo que le pidan, se te pasa en un segundo todo eso por la cabeza y el corazón», había contado a La Opinión Austral tras recibir la noticia.
La ciudad del norte de Santa Cruz fue escenario de una ceremonia histórica al tratarse de la ordenación episcopal de un sacerdote que pertenece a la diócesis.
La jornada inició con la profesión de fe y el juramento de fidelidad tras lo cual tuvo lugar la misa presidida por el obispo titular Jorge Ignacio García Cuerva y con el sacerdote Oscar Paladini como maestro de ceremonias.
Oficiaron como coconsagrantes el cardenal Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, y monseñor Ignacio Medina, obispo auxiliar de Lomas de Zamora, junto con una decena de obispos que viajaron hasta la localidad, entre ellos, el arzobispo de Bahía Blanca, monseñor Carlos Alfonso Azpiroz Costa OP; el obispo de Gregorio de Laferrere, monseñor Jorge Torres Carbonell; el obispo de Viedma, monseñor Esteban María Laxague SDB; el obispo del Alto Valle de Río Negro, monseñor Alejandro Benna; el obispo de Neuquén, monseñor Fernando Croxatto; el obispo auxiliar de Comodoro Rivadavia, monseñor Roberto Álvarez; y el obispo de Azul, monseñor Hugo Salaberry SJ.
Durante su homilía, el obispo García Cuerva recordó el libro «La Peste» de Albert Camus y citó «esa enfermedad de porquería, hasta los que no la tienen parecen llevarla en el corazón» para continuar diciendo «lo hemos experimentado en carne propia; la pandemia de Covid-19 dejó huellas en nuestros corazones, nos hayamos o no contagiado el virus».
Tras dar algunos consejos, señaló «las heridas del alma se curan con la dulzura del amor, con la fuerza revolucionaria de la ternura», al tiempo que anheló «que tu ministerio sea como ese azúcar que cicatriza para que deje de doler y de sangrar».
«Que en tu recorrido seas un loco apasionado por el amor de Jesús y que tu ordenación sea una caricia de Dios, para toda la diócesis, para sus múltiples heridas y dolores», anheló.
Posteriormente, González Balsa fue interrogado y respondió sobre su misión para llevar adelante el ministerio episcopal tras lo cual se postró en el suelo sobre un poncho sureño y uno norteño como signo de la pluralidad cultural de la diócesis.
A continuación, arrodillado, recibió la imposición de manos de García Cuerva, y de todos los obispos presentes.
Los obispos invocaron a Dios con la plegaria de ordenación y colocaron sobre la cabeza de González Balsa el Libro de los Evangelios para que su vida sea guiada e iluminada por la palabra y sometida a ella.
Tras ponerse de pie, el ahora obispo auxiliar fue ungido con el santo crisma y recibió el Libro de los Evangelios y los signos episcopales: el anillo, la mitra y el báculo.
García Cuerva lo invitó a sentarse a la sede para que luego recorra el lugar brindando su bendición.
«Gracias a cada uno por ser parte de esta fiesta, en todo este tiempo he estado rezando este lema que me va a acompañar ‘Que todos sean uno’. Uno no quiere que nadie falte y la presencia, como la pensó Dios, es respetando lo distinto que somos todos. Lo bello es que estemos con una causa común que me gusta llamar Dios, su amor, su perdón, su salvación, su libertad y su verdad, que estemos juntos y unidos»
«Rezo, lo vengo haciendo hace tiempo para que todos seamos uno respetando a cada uno como es», remarcó.
González Balsa realizó un agradecimiento especial a sus padres ya fallecidos y a sus hermanas Silvia y Mariel que pudieron acompañarlo en la ordenación. La emoción lo embargó y cayeron lágrimas que secó tras decir risueñamente que al menos «no se me correrá el maquillaje».
En una extensa lista de agradecimiento, en la que llamó una «fiesta de la unidad» mencionó a sus «hermanos curas, los de allá y los de acá porque me enseñan que todos como nos sale, aportamos algo y eso es maravilloso. Aquel que se arroga que puede ser todo es un pobre tipo, es una pobre persona. Me enseñaron que entre todos somos una linda familia».
Sostuvo que «podemos humildemente hacer de esta hermosa Argentina una casa de todos, una país donde, a través de los valores y el evangelio, vivamos mejor. Podemos empezar a construir la unidad si cada uno desde nuestro lugar aportamos».
Cerrando recordó «pedía mucho que recen para que el corazón aguante un poco. Gracias a Las Heras, mi casa, gracias de corazón».
Finalizando, García Cuerva sobre el lema «Todos sean uno» señaló: «Ha sido profético, si hay un tiempo en que necesitamos ser uno, es este. Que todos sean uno, que sea como una letanía que nos atraviese el corazón todos los días». (La Opinion Austral)