Regionales-, La translocación de nueve familias de chinchillones anaranjados al Cañadón Caracoles comienza a dar resultado para repoblar la región de este animal que, en Argentina, solo se puede encontrar en Santa Cruz. El ambiente ya da evidencias de la importancia de su presencia. El chinchillón anaranjado es una especie endémica de Santa Cruz y de zonas aledañas de Chile; es decir que habita únicamente en esta región del mundo. En la zona noroeste santacruceña existe una importante población en el área del Cañadón del río Pinturas y se sabe, a través del relato de los pobladores, que la especie estaba presente también en otros lugares, pero la caza indiscriminada por su cuero, carne o solo por diversión, hizo que fuera desapareciendo. Es por esto que el equipo de Conservación de Fundación Rewilding Argentina, en octubre del 2020, se encomendó a la tarea de intentar conservar y ampliar la población del Chinchillón anaranjado. Vale recordar que de las costumbres y ecología de esta especie, hasta hace poco se conocía prácticamente nada. Sin embargo, a través de un exhaustivo trabajo que consistió en la captura y colocación, por primera vez, de collares con un emisor VHF, se fueron conociendo datos indispensables para lo que vendría: la translocación de grupos familiares desde el “lugar base” que es el Cañadón del río Pinturas a los paredones del Cañadón Caracoles. Ya para diciembre de 2021 las noticias eran buenas: los individuos translocados, habían empezado a reproducirse ¿Cómo siguen estas poblaciones y cómo continúa el trabajo de los expertos? Emanuel Galetto, coordinador de Conservación de Fundación Rewilding Argentina, explica que los paredones en el Cañadón Caracoles tienen una particularidad que los diferencia de los del Cañadón Pinturas, y es que están aislados uno o dos kilómetros entre ellos. “Nosotros habíamos movido individuos a nueve paredones del Caracoles, para establecer nueve núcleos, con la intención de que se adapten y que después logren colonizar ellos solos, paredones cercanos”. Para favorecer el éxito de este trabajo, es importante para los expertos analizar con suma atención a los individuos capturados. “En principio hacemos una captura, los identificamos, los sexamos, vemos si son adultos, si las hembras están preñadas o ya parieron, entonces ahí nos damos cuenta qué núcleo podemos mover. Si a través de las cámaras trampa detectábamos que la hembra tenía una cría, solo la traslocabamos si capturábamos la cría también, ya que los primeros 5 o 6 meses depende plenamente de la madre”. Ya translocados, “para cualquier especie que uno mueva a un nuevo lugar, ya sea que hubiera estado en cautiverio, o de forma silvestre, tenemos que esperar los primeros meses para evaluar, porque es el tiempo más delicado en el que el bicho necesita adaptarse” explica Emanuel. Y es que es el tiempo en el que “hay más probabilidades de que esos bichos se dispersen y que no se queden en la zona que teníamos previsto para que se instalen”. Como parte de la naturaleza misma, tanto en nosotros, como en los animales, hay patrones de conducta que se repiten. Este es uno de los datos curiosos y súmamente importantes que los expertos han podido conocer: los individuos tanslocados que comienzan a dispersarse, son los juveniles. “Los adultos se quedan en el lugar que elegimos para traslocar, pero el juvenil tiende más a explorar. Son ellos los que tienen la capacidad de dispersar, llegar a otro kilómetro de estepa para llegar a otro paredón y establecerse ahí y sobre todo, si es un macho va a buscar encontrar una hembra para establecer su familia”, explica. Hoy el equipo de Conservación, tiene monitoreada la misma cantidad de individuos en una población en el ‘lugar fuente’ y en el Caracoles. Esto es para evaluar qué probabilidad de efectividad va teniendo el proyecto. ¿De qué forma? Comparando las pariciones, la supervivencia al invierno, entre otros aspectos. Si bien ha pasado un año y medio de las primeras traslocaciones, y «todavía es pronto para decir que se estableció una población, sabemos que nos está yendo bien, porque las hembras empezaron a parir las primeras crías concebidas y paridas en el nuevo lugar y esto nos da indicio de que se están adaptando, encontraron refugio y comida, por lo que los chinchillones traslocados vienen super bien”. El trabajo ahora es hacer el seguimiento. Como la fluctuación normal de cualquier especie, hay que evaluar “cuántas crías nacen por año, compararlo con cuántos animales mueren al año, para saber si tenemos una población establecida. Tenemos una cantidad grande de crías que sobreviven y son el reemplazo de los adultos. Se desplazan a una grieta donde el sol le da a primera hora y después se mueven a otra para aprovechar el último rayo de sol de la tarde. Van conociendo su territorio y van encontrando los mejores sitios para desarrollar su vida” Un detalle que podría pasar inadvertido, pero que evidencia el maravilloso y delicado equilibrio que es necesario cuidar, es que “si observamos la vegetación en las grietas donde están los chinchillones y las comparamos con otras de la zona, es impresionante ver como casi todos los coirones, en lugar de estar amarillos, están verdes intensos, porque están en continuo crecimiento”. Toda la vegetación que está adentro de los paredones está adaptada “para tener a estos herbívoros que las mantienen con brotes nuevos y en crecimiento”. Con respecto a este trabajo de traslocación, de participación activa con las especies para reasilvestrar y ayudar a recuperar poblaciones, Emanuel explica que “muchas de estas especies están en problemas o ya extinguidas localmente, por acción humana. La tendencia, hasta hace muy poco, era dejar que se recupere sola. Para muchas de las especies eso es casi imposible. Estamos hablando de que los chinchillones no tienen tanta capacidad de dispersión, tienen mucha mortalidad cuando son juveniles, y si hoy no los ayudamos, es probable que nunca lleguen a colonizar esos lugares en donde han desaparecido”. Para los más curiosos, compartimos una ficha técnica básica que nos ayudará a reconocer a estos simpáticos individuos: …
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