Bajo cero y a puro oficio: cómo se prepara Parque Patagonia para la próxima temporada

Santa Cruz-, Mientras la estepa se cubre de escarcha y silencio, un pequeño equipo planifica, construye y cuida cada detalle para recibir a los visitantes cuando vuelva el buen tiempo. Mariano Nostro comparte cómo es preparar el parque en los meses más fríos. Cuando el trabajo se disfruta, todo parece más sencillo. Y si, como extra, se desarrolla al aire libre, en una de las postales soñadas de la Patagonia, no tiene precio. Este es el contexto en el que trabajan Mariano Nostro y su equipo, en la estepa del noroeste santacruceño, en plena temporada de invierno, cuando se “prepara la casa” para recibir a quienes llegarán con la primavera. Parque Patagonia se destaca como uno de los destinos emergentes de la provincia de Santa Cruz. Año a año, tanto turistas internacionales como nacionales y santacruceños eligen este lugar, se quedan varios días, recorren sus senderos y visitan las localidades cercanas. Despertar entre estos paisajes, con choiques y guanacos conviviendo con normalidad junto a las personas que recorren el parque, es una postal que, al menos una vez, hay que experimentar. Parte del secreto de estas experiencias es el trabajo que se realiza fuera de temporada. Ahí es cuando entra en escena Mariano Nostro y su equipo, que aprovechan para avanzar con tareas que durante los meses de mayor afluencia no tienen margen para realizar. Galpones, pasarelas y carteles: la obra silenciosa “Desde abril hasta ahora, estamos haciendo varias cosas en paralelo”, cuenta. Algunas están relacionadas con el mantenimiento del centro operativo y las viviendas del personal; otras, con el acopio de materiales y mejoras en infraestructura. “Estamos haciendo una estructura grande, que es un galpón para poder guardar el tractor para barrer la nieve, las camionetas bajo techo, y el combustible, que hasta ahora no teníamos esa comodidad”. Claro que también están los trabajos que impactan directamente en la experiencia de los visitantes. Por estos días, el equipo está construyendo pasarelas elevadas en el sector del Cañadón Caracoles, donde se desarrolló un área de uso público que incluye un camping y un centro de informes, junto a la zona de escalada. “La idea es ampliar los servicios para esta temporada, porque el lugar tiene mucha convocatoria —explica Mariano—. Hay paredones con vías de escalada de un lado y del otro, por eso pensamos en estas pasarelas: en lugar de pisar el humedal, las personas van a caminar por ahí, y eso va a ayudar a que no se degrade el terreno”. La tarea no es sencilla, y el trabajo bajo cero le suma dificultad, pero el equipo se entusiasma con estos desafíos. Para estas pasarelas, Mariano explica que están fabricando los arcos de hierro que serán las estructuras portantes: “Son como 150 metros de pasarela en total”. En paralelo, aprovechan el taller para realizar trabajos de mejora y fabricación de cartelería. Los desafíos y los objetivos “Las tareas que se priorizan —detalla Mariano— tienen mucho que ver con asegurar el abastecimiento de agua y mantener los caminos transitables. Muchas veces esto se vuelve complicado, por eso contamos con un sistema de bypass para controlar que el agua llegue bien desde la toma. Todas las mañanas y todas las tardes verificamos la tasa de recuperación de las cisternas y hacemos los ajustes necesarios. Es una rutina clave, igual que garantizar que los caminos estén en condiciones para acceder desde la ruta 40 hasta el centro operativo y el cañadón, en la bajada de Los Toldos.” Una vez pasados los meses más fríos, a partir de septiembre, comienza el trabajo directo en los senderos. “Esto lo hacemos una vez que se derrite la nieve: ahí nos volcamos a mejorar la infraestructura y las instalaciones de agua”. Sucede que antes de las primeras heladas, el equipo vacía toda la infraestructura y pone a resguardo los materiales y baterías. Luego, cuando termina el invierno y antes de abrir la temporada, revisan cada instalación. De esta forma pueden detectar caños rotos, bombas que no funcionen y resolver cualquier problema a tiempo. Para la próxima temporada ya hay objetivos claros. Uno de ellos es terminar el último tramo del sendero Balcón Sur, que llega hasta Cueva de las Manos. “Desde el Mirador del Cóndor hasta Cueva de las Manos es un sendero que tiene aproximadamente 4,2 kilómetros y nos quedaron 600 metros para terminar”. Las temperaturas, estos meses de invierno en Santa Cruz, rara vez superan los 5°C. En la cordillera, no es exagerado decir que la sensación térmica es mucho más baja. Sin embargo, esto no intimida al equipo de Parque Patagonia. Al contrario. “Me gusta trabajar en equipo, compartir esos momentos en el campo con los chicos; me gusta la parte de planificación, y lo más gratificante es cuando llegás, cumplís los objetivos y sale todo bien, en tiempo y forma… todos están contentos. Eso es lo más lindo: tener el gol”, describe. La clave del éxito Lo esperado es que cada persona que visite el parque se lleve la mejor impresión y, sobre todo, las ganas de contagiar a otros para volver. “Hemos recibido muy buenas devoluciones por la infraestructura del parque y, en muchas oportunidades, pude ser quien las escuchaba en persona, sin que supieran que era parte del equipo. Lo tomé como una buena señal”. La clave del éxito es, sin duda, que, como un equipo consolidado donde cada jugador es importante, trabajan para dar lo mejor cada día, y el resultado salta a la vista. “Me gusta el diseño de infraestructura, ser parte desde el inicio de los proyectos hasta verlos materializados. Trabajar en la naturaleza, viendo esos paisajes… Bueno, no quiero sonar cursi —se ríe—, pero mi trabajo significa mucho para mí”. “Pienso que el verdadero valor de lo que se hace está en las personas que lo realizan. La Patagonia, puntualmente donde estamos, es hermosa, pero en invierno puede ser bastante hostil. Nosotros trabajamos parejo todo el año, no importa la nieve o el viento. Por eso creo que hay algo dentro de cada persona del …

Donde vuelve el agua: restaurar vertientes para que regrese la vida

Santa Cruz-, En el noroeste de Santa Cruz, el equipo de conservación de Rewilding Argentina trabaja en la recuperación de humedales y vertientes que sostienen la vida en la estepa. Emanuel Galetto cuenta cómo el agua que regresa transforma el paisaje y permite que vuelvan las aves, los herbívoros y el equilibrio. Observar una postal de la estepa patagónica siempre es sinónimo de un paisaje intervenido por el viento constante. Ahí, donde el suelo parece inalterable, existen rincones que rompen la sequía y detienen el silencio. Hablamos de las vertientes, los mallines, las lagunas. Pequeños oasis que sostienen una diversidad sorprendente de vida, y que por siglos fueron también refugio para las personas. “Los humedales son ecosistemas únicos —explica Emanuel Galetto, del equipo de conservación de Rewilding Argentina—. En la estepa los encontramos como depresiones (lagunas), afloramientos de agua en laderas (vertientes) y pastizales húmedos (mallines) distribuidos en el suelo árido”, explica. Se trata de “reservorios de agua y sitios de altísima biodiversidad”. En estos ambientes nacen los cursos de agua que alimentan lagunas y refugios para aves migratorias como el macá tobiano o la gallineta chica, ambas en peligro de extinción. Es así que en Parque Patagonia, la meseta del Lago Buenos Aires actúa como una esponja, porque retiene el agua de las nevadas invernales y la va soltando en sus laderas, donde se forman mallines colgantes, cursos de agua que serpentean entre rocas y coirones. Así nace la vida… entre el agua y la estepa. El agua como centro de la historia Es en estas vertientes que la fauna encontró un punto indispensable para la vida. Pero además, durante generaciones, la historia humana en la región también se construyó a su alrededor. “Los cascos de estancia fueron asentados cerca de una vertiente. Los pueblos originarios buscaban estos sitios para asentarse y conseguir alimento”, cuenta Galetto. Aún hoy, las prácticas productivas más tradicionales se organizan en torno a estos sitios, “aprovechando cada gota del recurso más escaso de la estepa”. Ahora, la realidad es que muchas de estas vertientes fueron degradadas. Algunas perdieron su curso original, otras fueron drenadas o invadidas por especies exóticas. “Estos humedales han sido intensamente degradados por el sobrepastoreo producido por el ganado doméstico —especialmente equino, vacuno y ovino— que se concentra en estos sectores de alta productividad, eliminando la vegetación nativa y desencadenando procesos de erosión”, explica Emanuel Galetto. También han sido afectadas por especies exóticas invasoras, tanto de fauna como de flora. “El visón americano depreda sobre anfibios, reptiles, aves y pequeños mamíferos, afectando a especies amenazadas como la gallineta chica o el macá tobiano. Y los vegetales exóticos —como la menta, el berro, los sauces o los álamos— consumen la escasa agua disponible y cambian el cauce de ríos y vertientes”. Es por eso, que “primero debemos entender qué actividad antrópica generó el cambio —señala—. Solo así podemos restaurar y recuperar estas áreas”. Recuperar para que la vida vuelva Entre 2021 y 2024, el equipo de Rewilding Argentina relevó más de 100 sitios con presencia de humedales, vertientes y mallines en Parque Patagonia, especialmente en las mesetas del Lago Buenos Aires y Sumich, y en los cañadones Caracoles y Pinturas. El objetivo fue conocer su estado y comenzar un proceso de recuperación. Uno de los casos emblemáticos fue el humedal del cañadón Caracoles. “En 2019 comenzamos con la recuperación de un humedal que había sido completamente alterado —cuenta Galetto—. Estaba drenado, los juncales habían desaparecido, las vertientes que lo alimentaban habían sido desviadas y se habían construido terraplenes que cruzaban las pequeñas lagunas”. La zona, invadida por menta, berro y sauces, había perdido su diversidad. “Los guanacos y choiques ya no bajaban a pastorear. Zorros y pumas eran perseguidos por los perros de la estancia. El coipo y el chinchillón habían sido extirpados del paisaje. La gallineta chica se había convertido en un fantasma del pequeño juncal”. Ocho hectáreas cubiertas por vegetación exótica y solo unas pocas aves eran todo lo que quedaba. Entonces empezó el trabajo: recanalizaron las vertientes, cerraron los canales de drenaje, removieron terraplenes y controlaron especies invasoras. “Inmediatamente, el agua empezó a subir su nivel. A los pocos meses, los juncos comenzaron a rebrotar. En la primera primavera, las aves volvieron a las lagunas, llenando de vida y colores el humedal. También regresaron los choiques y guanacos. El canto de la gallineta chica retumbaba en los nuevos juncos”. A los dos años, el equipo logró translocar los primeros coipos, un roedor nativo que había desaparecido. “El humedal recobró su esplendor. Un nuevo ecosistema había resurgido. Esto es el rewilding”. La importancia de volver a mirar La restauración de vertientes es más que una cuestión técnica. Se trata de un gesto profundo de reconexión con el territorio. “Cuando los humedales y vertientes se recuperan, el paisaje cambia rotundamente —cuenta Emanuel—. Vuelven los colores, los cantos, los movimientos. Regresa la biodiversidad. Los herbívoros buscan las nuevas pasturas. Los predadores los siguen. Se restablece un equilibrio”. Para Emanuel Galetto, las vertientes son núcleos de vida donde todo se activa. Su recuperación es importante, porque permite que la vida silvestre regrese y que los procesos naturales se restablezcan, para que la estepa recupere parte de su equilibrio perdido.

Volver a enlazar la vida: biodiversidad, equilibrio y esperanza desde la Patagonia

Santa Cruz-, Cada 22 de mayo se celebra el Día Internacional de la Biodiversidad, una fecha que nos invita a reflexionar sobre el valor de todas las formas de vida que habitan esta casa común, que es nuestro planeta. Por qué es clave proteger las especies, cómo impactan las extinciones en los ecosistemas y qué esperanza trae la restauración en Patagonia. “La definición más sencilla de biodiversidad es la variedad de especies que habitan la Tierra: animales, plantas, hongos, microorganismos”, explica Sebastián Di Martino, biólogo y director de Conservación de la Fundación Rewilding Argentina. Aunque señala que no se trata solo de contar especies: también es importante la diversidad dentro de cada una (su diversidad genética) y la diversidad de ecosistemas donde interactúan. Por qué proteger la biodiversidad No se trata solo de utilidad o supervivencia. Di Martino introduce una perspectiva que trasciende el enfoque humano. “A veces, hablar de la importancia de una especie es una mirada utilitaria”, dice. “Pero hay una corriente, la del ecocentrismo, que plantea que cada forma de vida tiene un valor intrínseco, más allá de lo que represente para el ser humano. Y creo que eso es muy respetable”. De todas formas, en un mundo dominado por los intereses humanos, reconoce que los argumentos utilitarios también son válidos. “Todas las especies cumplen un rol en el ecosistema. Y nosotros dependemos para nuestra existencia 100% de que esos ecosistemas sigan funcionando y nos sigan proveyendo bienes y servicios”. El problema es que muchas especies ya se han perdido. La pregunta que flota es: ¿cuántas más se pueden extinguir antes de que el sistema colapse? El biólogo señala que, aunque todas las especies forman parte del engranaje, algunas son especies clave, y su desaparición puede desencadenar efectos en cascada. “La degradación del ecosistema se hace más visible cuando se extinguen esas especies que cumplen funciones fundamentales”. Por eso insiste con que, a la hora de pensar en la conservación, “hay que tomar un poco de cada visión: la que defiende el valor intrínseco de la vida, y la que recuerda que todo lo que pasa en la naturaleza, tarde o temprano, nos toca a nosotros”. Di Martino advierte que el deterioro no es nuevo ni exclusivo de otros continentes. «Es bastante difícil encontrar un solo metro cuadrado del territorio argentino donde no se haya verificado alguna extinción, incluso extinciones de especies claves, no de cualquier especie». En Parque Patagonia, por ejemplo, desapareció el huemul, que era junto con el guanaco y el choique uno de los principales herbívoros de la región, Incluso en nuestro país se han extinguido especies a nivel global, como el zorro de Malvinas, una especie emparentada con el aguara guazú que vivía en las Islas Malvinas o el guacamayo violáceo en el noreste argentino. «Se calcula que hay un millón de especies en peligro de extinción». Reintroducir especies: el desafío de recuperar lo que se perdió Uno de los ejes del trabajo de Rewilding Argentina tiene que ver con revertir las extinciones tanto a escala regional, como nacional. El director de Conservación explica que lo primero es identificar qué especies habitaron un territorio en tiempos históricos y cuáles son las que hoy ya no están. Luego, verificar si las amenazas que causaron su desaparición fueron controladas. “Porque si no, uno trae de vuelta la especie y puede volverse a extinguir”, advierte. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza establece criterios para realizar una traslocación: la especie debió habitar el territorio, debe haber ambiente suficiente para sostenerla, se requiere apoyo social y político, y es clave contar con una población fuente saludable, desde la cual extraer ejemplares sin ponerla en riesgo. “Eso fue lo que hicimos con los choiques”, cuenta Di Martino. “Argentina ha hecho bien las cosas en Parque Patagonia, la población está en crecimiento y eso nos permitió trasladar algunos ejemplares a Chile, donde la especie está en peligro de extinción”. También se realizaron traslocaciones de guanacos a otras provincias, como La Pampa y el Chaco, con el mismo objetivo de restaurar ecosistemas. El ejemplo más ambicioso y exitoso en el país —y quizás en el continente— es el de Iberá, donde se lograron reintroducir o están en proceso de reintroducción más de diez especies extintas localmente. “Es uno de los proyectos de reintroducción multiespecies más grandes de América”, afirma Di Martino. Y asegura que no se trata de una utopía, sino de un modelo posible. “El gran desafío ahora es la escala y la velocidad. Estamos frente a una crisis grave de extinción, que para mí es la madre de todas las crisis ambientales. Primero, porque es irreversible. Y segundo, porque desencadena las demás: el cambio climático, por ejemplo, se agrava cuando los ecosistemas están degradados. La naturaleza es nuestra mayor herramienta para capturar carbono”. Esperanza concreta y manos a la obra Aunque la crisis de biodiversidad es profunda y avanza cada vez más rápido, Sebastián Di Martino no duda en llevar claridad y esperanza. “No es una esperanza utópica ni naif. Es una esperanza basada en hechos concretos”, asegura. Y lo dice con el respaldo de décadas de trabajo en campo, de proyectos que lograron recuperar especies, restaurar territorios y construir nuevos pactos con la naturaleza. De todas formas, el mayor desafío es la escala y la velocidad, porque los impactos ya no son para las generaciones futuras: están ocurriendo en la nuestra. “Hoy todo se acelera. Los cambios que antes pasaban de una generación a otra, ahora suceden en una misma vida. Con la extinción de especies también pasa eso. Cada vez es más rápido. El cambio climático se está acelerando. Y eso requiere que nuestra capacidad de reacción también sea mayor”. Y es por eso que insiste en que “no alcanza con buenas intenciones”. Hace falta decisión, organización y cooperación real. “Nosotros trabajamos con más de 100 organizaciones e instituciones científicas en nuestros proyectos. La mayoría apoya y promueve el rewilding como estrategia de restauración ecológica”. Hace muchos años que el equipo de Rewilding …

Trashumancia desde adentro: una travesía con olor a lana y paisaje

Santa Cruz-, El fotógrafo de Perito Moreno, Franco Bucci, siguió durante cuatro días a un grupo de gauchos que arrean miles de ovejas desde la meseta del Lago Buenos Aires hasta el Cañadón del Deseado. A pie, a caballo, con paciencia y respeto, retrató una práctica centenaria que sobrevive en la Patagonia profunda. No se trataba de llegar, disparar y salir. Franco Bucci sabía que para contar la trashumancia con la profundidad que merecía, primero tenía que estar, habitar los silencios, respirar el ritmo lento del arreo, caminar entre las ovejas, dormir en galpones de estancias vecinas o al costado de la ruta, compartir los mates con los peones. Solo así, con empatía y tiempo, la imagen podía construirse desde adentro. “La idea era retratar una forma de vida, no hacer una postal”, dice Franco. Y lo logró. Durante cuatro días recorrió más de 70 kilómetros junto a la gente de la estancia La Vizcaína, en el noroeste de Santa Cruz, muy cerca del Parque Patagonia. El viaje comenzó en las alturas de la meseta del Lago Buenos Aires, donde las ovejas pasan la primavera y el verano, y terminó en las orillas del río Deseado, donde encuentran abrigo y pasto para el otoño y el invierno. Antes de arrancar, acompañó la “pelada de ojos”, una esquila rápida que dura un día y medio. Luego se sumó al arreo. Caminó, cabalgó, escuchó. Aprendió a mirar sin interrumpir. “No es lo mismo fotografiar una actividad en un día que compartir todo el proceso”, cuenta. Además, “no estaba tan acostumbrado a andar a caballo”, por lo que la experiencia fue muy diferente. “Cuando uno se queda, convive, conversa con ellos, entiende. Y recién ahí puede levantar la cámara”. Una experiencia que se transforma en memoria visual La trashumancia es una práctica centenaria que sobrevive en algunas estancias de la región. Aunque va quedando en manos de menos personas, sigue marcando el pulso de una forma de producir ganadera adaptada al clima y a los ciclos de la estepa. Franco, que trabajó varios años en conservación de fauna, decidió documentar el entorno desde otra perspectiva. “Es mi forma de contar lo que somos, de dejar un registro de lo que existe y tal vez no esté para siempre”. En su relato no faltan los detalles geográficos: “en el recorrido, se puede ver la meseta volcánica del Lago Buenos Aires, los valles de Los Antiguos, lagos glaciares, el descenso hasta el cañón del Deseado” Lo que muchos no conocen es que, “en el noroeste de Santa Cruz, existe una meseta gigante: 500.000 hectáreas que se extienden como un mar de basalto y volcanes. En su parte más alta, hacia el oeste, se encuentra el complejo volcánico Monte Ceballos, que guarda el último glaciar extrandino de la provincia”, describe. Todo el paisaje está marcado por conos volcánicos, valles y antiguos lagos glaciares, que al retirarse dejaron grandes pampas planas. Desde esa meseta, el descenso es un viaje altitudinal hasta el Cañadón del Deseado: “Un cañadón gigante que nace en Perito Moreno y desemboca en Puerto Deseado, y que, como toda esta tierra, se formó al ritmo de las glaciaciones y el tiempo”. Transitar estos paisajes en mayo, que tiñen de otoño la estepa de ocres y lilas en el amanecer. “Fue en esos momentos cuando pude capturar las imágenes más potentes”. La búsqueda es también muy especial, porque lo que Franco espera es que “quienes vean estas fotos, conozcan su propio entorno, que entiendan que hay formas de vida que siguen existiendo, que tienen historia, esfuerzo, belleza. Y que valen la pena”, resume. El trabajo completo aún no fue publicado, pero ya se proyectan ideas para exponerlo, compartirlo con las familias que participaron y seguir sumando escenas al archivo visual de una comarca que, como Franco, respira paisaje, historia y sensibilidad.

Tras las huellas del puma: la mirada de un guía chileno en el Parque Patagonia

Santa Cruz-, En el Parque Nacional Torres del Paine, Iván Berrios lidera salidas de observación de fauna para fotógrafos y turistas de todo el mundo. Conoce los secretos del paisaje, los recorridos del puma, sus hábitos. Pero cruzar la cordillera y vivir la experiencia en el Parque Patagonia, del lado argentino, le abrió una nueva perspectiva. La búsqueda fue otra: más silenciosa, más paciente, más salvaje. Iván es un fotógrafo y guía especializado en vida silvestre que lidera expediciones en el Parque Nacional Torres del Paine, en la Patagonia chilena. Su enfoque se centra en la observación y fotografía de pumas, guanacos y otros animales de la región, así como en la captura de paisajes impresionantes. Durante su visita al Parque Patagonia en Argentina, Iván quedó profundamente impresionado por la belleza del lugar, la diversidad de senderos y la abundante fauna. “Mi experiencia allá fue y será inolvidable”, dice. “No pensaba que era tan hermoso el lugar. No tenía idea de todos los senderos que tienen. Cada día que pasé ahí fue mejor que el anterior”. Su visita fue parte de una recorrida que incluyó caminatas, intercambio con equipos de conservación y una experiencia distinta: buscar al puma en un entorno donde todavía es más esquivo, más silvestre. “En Parque Patagonia es más difícil avistarlos, aunque probablemente ahí exista el mismo número de individuos que en Torres del Paine. Se nota mucho que le temen al humano”, cuenta. Y sugiere una posible explicación, y es que, “en zonas colindantes al parque aún se los caza”. A diferencia del modelo chileno, donde muchas estancias ya desarrollan propuestas de turismo fotográfico, en el Parque Patagonia argentino la búsqueda de fauna implica rastrear huellas, seguir pistas, leer el terreno. “No es solo llegar y ver. Es caminar, aprender a mirar, tener paciencia. Es otra conexión”, dice Iván, que logró ver una hembra joven el último día de su estadía. “Al vernos, se fue rápidamente. Pero cuando nos alejamos, se relajó. Eso es muy bueno”. La experiencia lo marcó. “Les dije a los chicos que ellos estaban creando historia ahí, con el tema de la conservación. Me gustó que todos saben que tienen que remar hacia el mismo lado, los vi muy unidos y con mucha vocación”. Entre dos parques, un mismo objetivo Iván nos habla de lo importante que es la colaboración entre los que desarrollan tareas similares. “Hace poco vino un chico desde Parque Patagonia por Rewilding Argentina y estuvo parando cerca de Torres del Paine para ver cómo trabajamos acá con el tema de los pumas. Es la única forma. No vernos como competencia, sino trabajar juntos para proteger la fauna amenazada”. En Torres del Paine, sus salidas apuntan a fotógrafos de naturaleza, aficionados y visitantes que solo quieren ver un puma. “La idea es hacerlo bien. Sin alterar el comportamiento del animal, guardando distancia, sin perseguirlo todo el día. Hay un aumento del turismo tipo safari, y no todos son responsables. A veces el animal pasa a segundo plano, y eso no puede ser”. La experiencia en el noroeste de Santa Cruz lo inspiró. “Conocer a los chicos de la Estación Biológica El Unco, a la gente de La Posta de Los Toldos, a Hori (el fotógrafo del parque), que me guio… Me llenó de felicidad y me dio fe en las personas. Realmente se ve que aman la naturaleza”. De regreso en Chile, Iván siguió pensando en lo vivido. “Al día siguiente tuve un tour en Torres del Paine y no podía dejar de recordar todo lo vivido. Me ayuda a ser mejor guía. A valorar también la paciencia que requiere buscar a los animales, no tenerlo todo rápido”. Quizás por eso su mensaje final no es una foto, sino una invitación: “Lo más importante es compartir. Información, imágenes, estrategias. Si logramos que más gente entienda por qué hay que cuidar, ya estamos ganando”. Para más información, pueden seguir a Ivan en sus redes: @etpic

Revista científica difunde estudio inédito sobre la gallineta austral en los juncales patagónicos

Santa Cruz-, Durante años, la gallineta chica fue una presencia casi invisible en los humedales patagónicos. Ahora, un estudio en el noroeste de Santa Cruz revela datos inéditos sobre su comportamiento, reproducción y hábitat, y abre nuevas perspectivas para su conservación. En los juncales del noroeste santacruceño, la vida se oculta entre los pastos altos. Hay un canto breve y agudo que a veces se escucha, pero casi nunca se ve. Es la gallineta chica, un ave esquiva que durante años fue apenas un eco entre los humedales. Pero ahora, una investigación del equipo de Parque Patagonia, liderado por Emanuel Galetto, permite conocerla más de cerca y revela información valiosa para su preservación. Publicado recientemente en la revista Acta Zoológica Lilloana, el estudio sobre la gallineta chica (Rallus antarcticus) reúne más de seis años de trabajo en terreno. Con cámaras trampa, técnicas de captura y marcaje, y un seguimiento paciente y constante, el equipo logró recolectar un volumen de datos sin precedentes sobre su biología y ecología. “Es un granito de arena que aporta a asentar las bases de nuevos trabajos que ayuden a la conservación de la especie”, señala Galetto. “Creo que nunca antes se había reunido tanta información sobre la gallineta chica, así que estamos muy contentos”. Dos ciclos reproductivos y un enigma migratorio Una de las revelaciones más destacadas del estudio es que la gallineta chica presenta dos eventos reproductivos por año, uno en primavera y otro en verano. Este hallazgo resulta fundamental para comprender su potencial de recuperación poblacional. “Saber que puede reproducirse dos veces al año permite pensar en estrategias de manejo más efectivas, con mayores probabilidades de éxito en la restauración de su hábitat”, explica Galetto. Aunque aún no está claro si la especie es completamente migratoria o parcialmente residente, el monitoreo permitió detectar que al menos una parte de la población permanece durante el invierno en los juncales del Cañadón Caracoles. “La migración es nuestro próximo desafío. Necesitamos encontrar el método para descifrar este enigma”, dice Galetto. La hipótesis de una migración parcial se basa en registros concretos con cámaras trampa, que muestran que algunos individuos abandonan el sitio y regresan meses después a los mismos territorios. La investigación también ayudó a precisar las condiciones ambientales clave para la especie: humedales sanos, con cobertura vegetal abundante (principalmente juncales), disponibilidad continua de agua y ausencia de especies exóticas. “En los sitios donde se trabajó para controlar especies invasoras, restaurar cauces de agua y recuperar la vegetación nativa, la gallineta chica volvió a aparecer”, resume el conservacionista. La gallineta y los humedales: una relación en riesgo El estudio se desarrolló principalmente en un juncal de la Estación de Campo “El Unco”, en la región del Parque Patagonia, donde el retiro del ganado, la remoción de terraplenes y la recuperación hídrica permitieron ampliar el humedal, de 8 a 22 hectáreas. La respuesta fue evidente: el juncal se llenó de vida y la gallineta volvió a habitarlo, criando a sus pichones y expandiendo su rango. Sin embargo, los riesgos persisten. “La reducción y uso intensivo de los escasos humedales de la Patagonia, sumado a la aparición de especies exóticas, probablemente afecten la supervivencia y reproducción de la especie”, advierte Galetto. En el paper se explica también cómo la depredación por parte del visón americano —una especie invasora— y el sobrepastoreo son amenazas importantes que han provocado la desaparición de la gallineta chica en varias zonas donde antes era común verla. “La gallineta nos está mostrando caminos para cuidar mejor los humedales”, dice Galetto. Silenciosa, esquiva, fantasma de los juncales, es más fácil de oír que de ver. Pero está ahí, en el corazón de un ecosistema en riesgo. Conocerla, entenderla y protegerla no es solo una tarea científica: es también un gesto de compromiso con esos ambientes que todavía nos permiten imaginar futuros posibles.

Koi, la puma que recorrió cientos de kilómetros y volvió a casa

Santa Cruz-, Se llama Koi. Es una puma silvestre que fue marcada con collar satelital en el noroeste de Santa Cruz, dentro del Parque Patagonia. Nació, se asentó, y como tantos otros ejemplares estudiados por el equipo del Programa Patagonia de Rewilding Argentina, comenzó a entregar datos sobre su comportamiento, su dieta y sus recorridos. Lo inesperado fue lo que vino después. La hazaña de Koi sorprendió incluso a quienes llevan años monitoreando a la especie. Y es que, el collar de la hembra seguida por el equipo de Parque Patagonia, que estudia el comportamiento, los desplazamientos y la ecología del puma en la región noroeste de Santa Cruz, marcó un trayecto de más de 400 kilómetros desde la precordillera hasta el mar, ida y vuelta. Koi cruzó campos fiscales y privados, rutas y zonas productivas hasta alcanzar el Atlántico. Y después —contra todas las probabilidades— volvió. Regresó a su territorio original, en la meseta del noroeste, desde donde continúa siendo monitoreada. “Fue una sorpresa total. Un movimiento de esa magnitud no es común, y mucho menos en un ejemplar adulto”, explica José, integrante del equipo de conservación que la sigue desde hace tiempo. “Los pumas suelen dispersarse en su juventud, pero Koi ya tenía su área de acción establecida. Su decisión de ir al mar y volver es algo que todavía estamos tratando de entender”. José agrega: “Su trayecto confirmó algo fundamental: los pumas no se mueven solo dentro de los parques. Usan todo el paisaje, incluso en zonas con presencia humana”. El caso de Koi es parte de un programa de seguimiento a largo plazo que desde 2018 se desarrolla en el Parque Patagonia. Con cámaras trampa, collares GPS en adultos, collares VHF en cachorros y caravanas solares en juveniles. “El objetivo es comprender el valor ecológico del puma como depredador tope”, cuenta la bióloga Mariana Aguas, integrante del equipo científico. “Conocer sus patrones de movimiento, su comportamiento reproductivo, las causas de mortalidad y el uso que hacen del territorio nos ayuda a diseñar estrategias de conservación más ajustadas al contexto de la estepa”. Los datos recabados en estos años revelan una dinámica compleja. Las hembras tienen áreas de acción promedio de más de 36.000 hectáreas, mientras que los machos superan las 113.000, con más de la mitad de ese rango fuera de las áreas protegidas. “Eso nos obliga a pensar la conservación más allá de los límites de un parque”, señala Mariana. “La coexistencia con las actividades humanas es clave para que el puma siga presente”. Cómo se estudia a un puma: ciencia en movimiento La tarea de monitoreo y seguimiento de especies combina tecnología, seguimiento en campo y mucha paciencia. A los adultos se les colocan collares GPS con VHF, que registran una ubicación cada tres horas y permiten seguir sus movimientos casi en tiempo real. Las crías llevan collares más livianos, que se desprenden solos a medida que crecen. Y los juveniles —de al menos seis meses— pueden ser marcados con caravanas GPS en las orejas, que se recargan con energía solar. También se usan cámaras trampa, ubicadas en sitios estratégicos para detectar pasos frecuentes, observar comportamientos maternos o registrar animales que podrían ser marcados. Y cada agrupamiento de puntos del GPS se analiza con recorridas en terreno: se buscan huellas, fecas, pelo, camas, restos de presas. Cada dato ayuda a reconstruir una historia. “Este tipo de monitoreo continuo —explica Mariana Aguas— nos permite detectar patrones de actividad asociados a cambios estacionales, reproducción, dispersión o presión humana. También nos da información sobre dinámicas poblacionales y estrategias de conservación adecuadas al territorio”. Gracias a esta red de seguimiento, fue posible detectar que Koi había salido de su territorio. Y también verla volver. ¿Cómo usan el territorio los pumas? En el Parque Patagonia, el monitoreo con collares GPS a 32 ejemplares adultos permitió reconstruir con precisión sus áreas de acción. “Las hembras tienen un área promedio de 36.043 hectáreas y los machos superan las 113.000”, detalla Mariana. Solo un 41% de ese territorio está dentro del parque. El resto se extiende sobre campos vecinos, lo que evidencia —según Mariana— que “la conservación de la especie tiene que ir más allá de los parques nacionales y reservas privadas para permitir la tolerancia y coexistencia de estos depredadores en la región”. Los machos cubren espacios más amplios en busca de múltiples parejas reproductivas. Las hembras, en cambio, tienden a áreas más estables, aunque “hemos tenido múltiples hembras adultas con cachorros compartiendo gran parte de su área de acción dentro del Parque”. La abundancia de presas nativas, como el guanaco y el choique, también juega un rol importante en esa distribución. Una historia, un símbolo El caso de Koi no es solo un hecho curioso: suma conocimiento clave sobre cómo viven los pumas en esta región y qué necesitan para sobrevivir en libertad. Koi sigue con su collar. Mientras tanto, su historia ya trasciende los gráficos y mapas: se volvió símbolo de una especie que aún conserva el impulso de recorrer, explorar y volver. “Cada caso como el de Koi nos ayuda a conocer mejor cómo viven los pumas en esta región, y cómo podemos protegerlos. Porque conservar una especie como esta no se trata solo de protegerla dentro de un parque, sino de garantizar que pueda existir en el paisaje completo”, dice José.

Turismo con alma: Gina y el arte de guiar en el noroeste de Santa Cruz

Santa Cruz-, Desde Los Antiguos, junto a su compañero y sus hijas, Gina construyó una propuesta de turismo a medida que combina naturaleza, aventura, educación ambiental y productos de la chacra. Experiencias pensadas desde el cuidado, para conectar con el territorio y con uno mismo. Gina es guía, madre, escaladora y anfitriona. Hace años eligió dejar la ciudad para construir, junto a su compañero, un proyecto de vida en la Comarca Lago Buenos Aires. Hoy, desde Los Antiguos, ofrece experiencias de turismo personalizadas donde la naturaleza, el cuidado y el tiempo bien vivido son protagonistas. “Siempre me imaginé vivir en un lugar tranquilo y rodeada de naturaleza”, dice. Lo cuenta con la voz de quien ama lo que hace. Estudió guía de turismo aventura en Buenos Aires y en el último año de carrera conoció a Damián, su compañero. Juntos soñaron un modo de vida en contacto con el entorno. Llegaron a Los Antiguos en 2007, cuando el lugar era todavía un destino sin conocer, y fueron testigos de cómo la zona crecía, empujada por la consolidación de la Comarca Lago Buenos Aires como destino. Primero fue la escalada, cuando creó “una de escuelita de montaña con chicos de Los Antiguos”. Después, un programa educativo con principios scout y, con el tiempo, nació la propuesta que hoy comparten: experiencias de turismo personalizadas, “diseñadas a medida para cada viajero”. “La mejor forma de conservar es querer. Y para querer, primero hay que conocer”. Turismo a tu medida Desde familias que viajan con niños, hasta extranjeros que buscan trekking intenso. Desde quienes quieren escalar por primera vez, hasta quienes necesitan una salida tranquila para contemplar. Gina y Damián se adaptan a cada grupo, y eso se nota desde que se suben a la camioneta. “La excursión empieza cuando arranca el viaje. Si vemos un guanaco, frenamos. Si hay una planta que llama la atención, la mostramos. Todo el recorrido es parte de la experiencia”. El menú también lo organizan con esa lógica. Las meriendas llevan productos regionales, frutas de la chacra, pan casero, alfajores de cereza y dulces hechos por ellos mismos. “Nos gusta llevar un poquito del lugar en el que comemos. Son detalles que hacen ladiferencia” Escalar con vista al cañadón y la comarca como universo Uno de los sitios favoritos es el Portal Cañadón Caracoles, una joya geológica con paredes de piedra, senderos, avistaje de cóndores y áreas ideales para iniciarse en la escalada. “Hacemos lo que llamamos el bautismo de escalada. Suben desde niños hasta adultos que nunca se animaron. Y se van con esa adrenalina linda de haber vencido el miedo de trepar”. Gina también guía en el sitio Cueva de las Manos, patrimonio de la humanidad. Pero lo hace con un enfoque especial: juegos para los más chicos, interpretación del entorno, preguntas abiertas. “No es lo mismo una guiada para un adulto que para un niño. Me encanta mostrarles las especies nativas, explicarles por qué este lugar es único”. Recorrer con Gina es también descubrir cómo se entrelazan los paisajes. Cañadón Pinturas, Ruta 41, bosque andino-patagónico, Monte Zeballos, la meseta del Lago Buenos Aires. Todo forma parte de un territorio que vibra con fuerza propia. “En pocos kilómetros tenés una variedad increíble, por eso me gusta hablar de la comarca Lago Buenos Aires: es un conjunto que no se puede entender por separado. Cada atractivo es como una pata de esa mesa”. En invierno, las propuestas se adaptan: trineos, caminatas en la nieve, meriendas calientes en la montaña. “Queremos que todos puedan conocer la nieve, que no sea una experiencia exclusiva. Hacemos rutas escénicas, nos metemos en el bosque, cambiamos la ropa mojada en unos vestidores portátiles. Es otra forma de vivir la Patagonia”. Conectividad y cuidado Guiar en estas latitudes implica también asumir desafíos: caminos de ripio, largas distancias, falta de señal. Para eso, se equiparon con Starlink, dos cubiertas de repuesto, botiquines, abrigo extra, y comida de más. “La idea es que el turista se desconecte, pero que nosotros estemos conectados. Así, si pasa algo, tenemos plan b y c”. El objetivo es claro: que cada persona se lleve una experiencia auténtica, profundamente conectada con el lugar. “Buscan algo distinto. No una excursión en combo. Quieren tiempo, historia, pausa. Y eso es lo que ofrecemos”. Para más información, pueden seguir su página en Instagram: huellas.aventura.sur

Travesía de los Cañadones: un recorrido entre paisajes y aventura

Santa Cruz-, El Parque Patagonia esconde en su geografía caminos que invitan a conectar con la inmensidad del paisaje. Entre cañadones de piedra rojiza, huellas de antiguos pobladores y el viento como fiel compañero, la Travesía de los Cañadones se convirtió en una experiencia que llevó a los participantes a recorrer los rincones más fascinantes del noroeste santacruceño. Desde el Portal Cañadón Caracoles hasta el Cañadón del Río Pinturas, el recorrido de 20 kilómetros se desplegó como una invitación a descubrir este rincón de la Patagonia desde una perspectiva distinta: un territorio vivo, cargado de historia y biodiversidad. Caminar el paisaje La travesía comenzó temprano en la mañana, en el recientemente abierto al público Portal Caracoles. En el punto de partida, los participantes ajustaron sus mochilas, se calzaron los bastones y emprendieron la caminata por el cañadón., con una primera parada para admirar los fantásticos paredones que nos invitan al gran desafío de la escalada. «La idea de esta travesía es experimentar la Patagonia de otra manera. Interpretar el paisaje, sentir el viento, ver las caprichosas formas en las rocas. Es ponerse en los zapatos de quienes, hace miles de años, recorrían estos mismos senderos con un propósito vital: cazar, recolectar, moverse entre los refugios naturales de los cañadones», explicó Mauro Pratti Rupp, uno de los guías la actividad. El camino, que serpentea entre formaciones geológicas moldeadas por el tiempo, ofreció postales inolvidables en cada tramo. En los paredones, las capas de roca cuentan la historia de un paisaje en constante transformación, mientras que, en el suelo, huellas de guanacos y los rastros de los choiques dan testimonio de la vida silvestre que habita la zona. Valeria Galván, de Caleta Olivia, que también participó de la Travesía, comparte su “Asombro y emoción al encontrar, casi de pronto, esos gigantes de piedra. No me imaginé lo que iba a ver. Fue emocionante, una experiencia espiritual. Algunos cóndores acompañan desde arriba. El camino va acercando nuevos colores y texturas. Lo árido muta en arbustos de calafate, y luego en flores y ríos con sombra de mimbres.” «Lo que hace especial este recorrido es la combinación entre lo imponente del paisaje y la historia que esconde. Hay momentos en los que el silencio te envuelve por completo…”, describe Mauro. Y es que ahí es cuando el viento se vuelve el único sonido. “Es una experiencia sensorial muy fuerte». Un alto en el camino y una llegada con sabor a tradición Luego de 13 km de marcha, el grupo llegó a Puesto de Piedra del Cañadón Pinturas, un antiguo casco de estancia con una arboleda  para descansar y recuperar energías. Entre charlas y mate compartido, la pausa se convirtió en un espacio para reflexionar sobre la experiencia, intercambiar impresiones y disfrutar de la inmensidad del paisaje. «Hay algo en caminar estos territorios que te cambia la forma de ver la Patagonia. Es un espacio que te obliga a reducir el ritmo, a mirar con más atención. Es mucho más que una caminata. Es una forma de habitar el lugar, aunque sea por unas horas». El último tramo llevó a los caminantes a subir el Cañadón por el sendero Bajada de Los Toldos hasta el punto final del recorrido, donde las combis esperaban para trasladar a los participantes hasta, el Planetario. La experiencia se cerró con un broche especial, un guiso de cordero compartido en el Fogón de La Señalada. Después de una jornada así, ese fogón compartido se volvió parte de un ritual” Así es como los 20 kilómetros se convirtieron en una inmersión en la historia y la geografía del Parque Patagonia. Una oportunidad para repensar el vínculo con el entorno y sentir, en cada paso, la inmensidad de la región. Con experiencias como esta, el Parque Patagonia sigue abriendo caminos para conectar a la comunidad con su entorno, invitando a recorrer, sentir y aprender de un paisaje que aún tiene mucho por contar.

Declarado de Interés el programa “Exploradores”

Perito Moreno-, El Concejo Deliberante de Perito Moreno declaró de Interés Municipal el Programa Exploradores de Parque Patagonia, una propuesta educativa y abierta al público que ya transformó las vacaciones de cientos de niños y niñas del noroeste santacruceño. Una carpa, un fogón, un grupo de chicos compartiendo tareas, caminatas, naturaleza. Pero sobre todo, la posibilidad de aprender, convivir, descubrir. Esa es la esencia del Programa Exploradores de Parque Patagonia, una iniciativa impulsada por el equipo de Parque Patagonia, que acaba de ser declarada de interés municipal por el Honorable Concejo Deliberante de Perito Moreno. La propuesta combina actividades educativas, juegos, experiencias de campamento y contacto directo con la naturaleza. Ya lleva más de cinco años creciendo y ganando reconocimiento. “Conozco el programa desde hace mucho tiempo porque mi hijo participó desde muy chico, creo que en una de las primeras ediciones”, contó la concejal Pamela Pessoa, autora del proyecto. “Vi cómo aprendió sobre flora, fauna, cómo compartía sin celular durante varios días, cocinando con otros chicos. Cuando vi lo que están haciendo ahora con la escalada, sentí que era momento de acompañar desde mi rol”, explicó. Otro dato no menos importante, es que la declaración fue aprobada por unanimidad, lo que para la concejal representó “una alegría inmensa”, porque demuestra un reconocimiento de toda la comunidad y “es una forma de poner en valor lo que hace Parque Patagonia para nuestra comunidad”. Hace pocos días, cuatro de los cinco concejales de la localidad participaron del primer día de escalada en el Portal Cañadón Caracoles. “Fue emocionante ver la actividad desde adentro. Muchos niños no conocían estos lugares y gracias al programa han podido vivir una experiencia transformadora”, agregó. Aprender en comunidad, vivir la naturaleza Durante el último año, más de 2.000 niños y niñas participaron en actividades educativas del programa. En el verano se realizaron 11 campamentos, con 125 participantes en total. Muchos visitaron por primera vez el Parque Patagonia, y otros vivieron su primera experiencia de acampe. La propuesta creció sostenidamente y en cinco años, la participación se triplicó. “Lo que hace diferente al Programa Exploradores es el enorme valor humano del equipo. Acompañan, enseñan, cocinan con los chicos. Entre todos juntan leña, aprenden a convivir sin distinciones ni exigencias”, explicó Pessoa. Además del tradicional esquema de campamento, el programa incorporó novedades como la escalada en roca y un encuentro exclusivo para chicas. También amplió su alcance territorial: comenzó en Perito Moreno, se extendió a Los Antiguos, Lago Posadas, Pico Truncado y Bajo Caracoles, y ahora busca llegar a Las Heras y otras localidades del norte santacruceño. Desde la Subsecretaría de Turismo de Los Antiguos también destacaron la propuesta. Daiana Díaz, responsable del área, agradeció “al personal de Parque Patagonia y al grupo de exploradores por la gran experiencia vivida durante el verano. Los niños antigüenses quedaron más que contentos, replicaron lo vivido en sus casas y sentimos que queda mucho por hacer juntos todavía”. Una propuesta para crecer La concejal Pessoa considera que estos espacios tienen un valor educativo y social inmenso. “Muchos chicos no pudieron salir de vacaciones, pero gracias a este programa pudieron vivir una aventura hermosa. Por eso creo que se tiene que seguir apoyando, que se integre a la agenda educativa, cultural y turística, y esta declaración es una forma de que más personas lo conozcan”. Mientras tanto, las mochilas se siguen cargando con linternas, cantimploras y ganas de aprender. El Programa Exploradores sigue creciendo, y con él, también lo hace la red de vínculos que une territorio, naturaleza y comunidad.