Santa Cruz-, Desde Los Antiguos, un guía propone salidas por el noroeste de Santa Cruz y la Patagonia chilena, donde el paisaje se convierte en una experiencia compartida. Sus recorridos invitan a mirar con atención, a pensar con calma y a dejar que el paisaje marque el ritmo. Hay personas que guían desde el saber, otras desde la emoción. Guido Vittone es un guía especializado en la geografía del noroeste de Santa Cruz, y lo hace desde ambos lugares, pero también desde algo más: una forma de estar en el mundo. “Vivo en estos paisajes y elijo seguir inmerso en ellos”, dice Guido. Con esa pertenencia invita a salir al encuentro del entorno con otros ojos. Desde Los Antiguos, organiza salidas que recorren la Ruta 41, atraviesan el valle del río Jeinimeni o se internan en sitios poco conocidos del noroeste santacruceño. Algunas propuestas forman parte de circuitos tradicionales, como la Cueva de las Manos. Otras, en cambio, se diseñan a medida, con contenidos específicos y una mirada que busca ir más allá de lo habitual. “Me gusta hacer propuestas fuera de lo habitual, o con contenido específico, para clientes que tienen la libertad de elegir. De una u otra manera, la experiencia que brindo tiene mi sello personal”, asegura. Y es que esa marca es la que transforma una caminata en una oportunidad para detenerse y observar… y también en un motivo para pensar. Encuentros que sorprenden Salir con Guido es la posibilidad de que quienes comparten el camino en sus guiadas, y que son personas desconocidas hasta hace un rato, se miren diferente después de caminar juntas varios kilómetros. “Cada uno trae su historia y ve la realidad a través de sus lentes. Eso hace los encuentros interesantes”, dice Guido. A veces son turistas que llegan con una idea clara del destino; otras, gente local que quiere volver a mirar su propio lugar con ojos más atentos. La diversidad enriquece. Nacionalidades, edades, preguntas. Pero hay algo que se repite, y es la sorpresa. El guía cuenta que las personas “siempre se sorprenden” por alguna u otra razón, y es ahí, en ese gesto de asombro compartido, donde suele nacer la charla y el intercambio. Guido transmite sus conocimientos mientras camina, señala una formación geológica o abre espacio para alguna pregunta. “A veces pienso que mis guiadas son como cursos o capacitaciones, aunque no lo digo porque puede espantar clientes”, y prefiere llamarlas salidas de campo. Son recorridos en los que el foco está puesto en observar, leer el entorno y dejarse afectar por lo que aparece. Hay volcanes, glaciares, huellas fósiles, formaciones rocosas que narran millones de años. Pero también hay preguntas, pausas y aprendizajes que se activan en el cuerpo. “Es inevitable que ocurran aprendizajes”, dice. No se trata de enumerar datos, sino de despertar la curiosidad. Es preguntarse qué es esto que veo, cómo llegó hasta acá, qué dice de la Tierra. Guiar, en su caso, es una forma de acompañar a mirar distinto. Y dejar que el paisaje haga el resto. Una parte importante de la caminata son aquellas decisiones previas, que si bien no se ven, Guido tiene la cautela de resolver siempre. Hablamos de estudiar las condiciones climáticas, leer el terreno según eso, pensar en el ritmo del grupo. Pero en el caso de este guía, también hay algo más íntimo, casi intuitivo, que orienta cada recorrido. “Tengo que admitir cierto egoísmo”, dice. “Organizo mis propuestas en torno a lo que yo quiero hacer, y las adapto a los participantes teniendo en cuenta sus perfiles, intereses y las condiciones climáticas”. Esa honestidad revela su sello particular, porque no se trata de imponer un camino, sino de encontrar el punto justo entre el deseo de guiar y el deseo de descubrir. “Por supuesto, hay clientes que buscan algo específico y en ese caso se intenta satisfacer ese interés”, aclara. Pero aun así, el paisaje tiene siempre algo para decir. Y muchas veces, es él quien termina marcando el rumbo. Vittone habla de sus salidas como quien habla de una forma de estar en el mundo. Lo que propone es mucho más que una caminata, porque implica salir sin apuro, con disposición a sorprenderse, con los sentidos atentos. “Diría que salimos a descubrir, a sorprendernos, a ver qué experiencias nos regala el lugar que vamos a visitar. Creo que esa actitud se aplica a la vida en general”, reflexiona. En sus palabras, la naturaleza es compañera, aunque también imprevisible. “Está bien tener expectativas u objetivos, pero está claro que la naturaleza no está bajo nuestro control”, dice. Y esa certeza, lejos de frustrar, libera. Invita a mirar sin esquemas, a caminar sin atajos, “a encontrar en lo mínimo la posibilidad de una experiencia genuina”.
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“Este año, ninguna persona que se quedó más de dos días se fue sin ver un puma en libertad”
Santa Cruz-, Facundo Epul cuenta cómo es buscar pumas a pie y en silencio, con el paisaje como aliado y el viento como señal. Trabajo en equipo, habituación respetuosa y días largos entre rastros y miradas que nunca se olvidan. Dice la canción de un cantor patagónico que en invierno “hay árboles que lloran lágrimas de cristal”, una imagen delicada que evoca esas postales heladas donde todo parece suspendido en el tiempo. En la estepa, sin árboles que lloren, pero con calafates cubiertos de escarcha, el frío también deja su marca. Y el viento, que nunca falta, recorre los cañadones como si supiera leer rastros antiguos. Pero hay uno que guía especialmente cada paso de Facundo Epul: el puma. Facu lo conoce bien, porque hace años que recorre el Parque Patagonia guiando a otros en la experiencia de verlos en libertad, entre las rocas, camuflados en la estepa o simplemente, al sol. Esta temporada lo encuentra distinto, con más experiencia, un equipo consolidado y una forma más precisa de encarar cada jornada. Ya no va solo. Coordina salidas, piensa estrategias, combina su tiempo en el campo con el trabajo de otros guías locales. Y eso, dice, hizo toda la diferencia. Una nueva forma de guiar, más cerca del puma “Este último tiempo, sin dudas, las salidas para avistaje de fauna con el eje en el puma se han llevado la mayor cantidad de días en campo”, cuenta. Y no es casual, “otoño, invierno y primavera son las mejores estaciones” para encontrar al gran felino de la estepa. La clave está en saber dónde mirar y cómo moverse. “Yo me posiciono un poco más como un tracker, una persona que va por delante buscando la actividad en el parque. Me muevo temprano, por caminos 4×4 o a pie». En invierno, la nieve también ayuda, porque las huellas quedan marcadas y eso permite anticipar movimientos con más precisión. Esa dinámica cambió por completo la manera de trabajar. “Antes salía solo, hacía de guía y de tracker”. Facu cuenta que eso, tanto para los que visitan como para él exigía un estado físico medio. “Hoy, gracias al trabajo en equipo con otros dos guías locales, habilitados y conectados todo el tiempo por radio o teléfono satelital, más gente puede vivir esta experiencia sin necesidad de grandes esfuerzos físicos. Se generó empleo genuino y se multiplicaron las chances de ver fauna” Y eso, efectivamente, está ocurriendo. “Este año, ninguna persona que se haya quedado más de dos días en el parque se fue sin ver al menos un puma en libertad”, cuenta con mucho entusiasmo. “Siempre recomiendo quedarse un mínimo de tres días. Lo que está pasando nos alegra mucho porque habla del buen trabajo de conservación dentro del área protegida y también del respeto con el que, desde hace años, se viene generando un vínculo cuidadoso con los animales, sin interferir en sus comportamientos” Hace cinco años que Facu lidera su propio emprendimiento de avistamiento de fauna, ‘El Choique Guía’. “Nos han pasado momentos hermosos, como caminar por un cañadón y ver pasar un puma delante de nosotros. Si sabés ubicarte, a veces ellos pasan. Es algo muy bonito de ver. Siempre recomiendo hacer esto con guías que tengan experiencia, y que sea una observación responsable, sobre todo.” Las salidas cambian según quién viene y qué busca. Con turistas o biólogos, el recorrido suele ser más largo y flexible. No siempre se sale con la primera luz. Se camina, se leen rastros, se recorre el territorio donde los pumas suelen descansar, se revisan señales y se observan zonas de carroña, con la esperanza de ver algún cóndor alimentándose. En esos momentos, la paciencia también forma parte de la experiencia. En cambio, las salidas pensadas para fotógrafos tienen otro ritmo. Ahí todo gira en torno a la luz. “Estamos en un lugar donde los días son muy distintos según la estación. En otoño e invierno, como hay menos horas de luz, pasamos más tiempo en el campo. En primavera y verano los días son tan largos que trabajamos solo por la mañana y por la tarde. El salir con otros guías y estar completamente conectados, nos permite movernos más rápido, cubrir más terreno, chequear distintos sectores al mismo tiempo” A veces, mientras esperan al puma, la escena se completa sola. Es época de migración de guanacos, entonces los cañadones se llenan de señales y los cóndores bajan al carneo. “Cuando estás varios días en el campo, empezás a entender los tiempos. Ves a los cóndores ahí, quietos, posados en las rocas, como si midieran el aire. Y en algún momento, cuando el sol empieza a calentar, sabés que la térmica va a subir y ellos van a volar”. Esos momentos también forman parte de las postales que se quedan para siempre. Lo que se ve, lo que se aprende Entre los recuerdos más intensos de esta temporada, Facundo menciona a un grupo que llegó desde Torres del Paine. “Ellos trabajan con avistaje de pumas hace muchísimos años. Estuve esperando esa visita mucho tiempo. Fueron días de muchas charlas y aprendizaje. Fue una de las experiencias más lindas.” También hubo reencuentros. “Un fotógrafo argentino vino por segunda vez. Estuvimos cuatro días, vimos pumas todos los días, la luz fue divina. Era difícil superar las expectativas de su primera visita, pero lo logramos. Nos relajamos, disfrutamos más del paisaje y fue una de las salidas más bonitas de toda la temporada” El Parque Patagonia, con sus portales Cañadón Pinturas y Cañadón Caracoles, ofrece hoy un abanico de experiencias que combinan naturaleza, ciencia, observación y memoria del paisaje. “Transmitir la historia y la identidad de la región es parte de cada salida”, asegura. “Aunque estemos buscando pumas o mirando un cóndor, siempre estamos contando algo más.” Y en ese algo más, se juega también una manera de habitar el territorio, de cuidarlo y compartirlo. Porque seguir el rastro de un puma no es solo encontrarlo. Es aprender a mirar.
De Misiones a la estepa: la ruta de Fabián para cuidar la fauna silvestre
Santa Cruz-, Desde la estación biológica El Unco, Fabián Oswald se encarga de la logística del traslado de animales silvestres. Su trabajo sostiene, lejos del foco, los operativos de conservación de fauna en la estepa patagónica. Todavía es de noche cuando Fabián enciende el motor de la camioneta. Afuera, el frio corta como una cuchilla y el silencio de la estepa lo envuelve todo. A lo lejos, entre sombras, se adivina la silueta de un corral que construyeron semanas atrás, en el corazón del cañadón Caracoles. En unas horas, el equipo liberará coipos en el río. En la estación biológica El Unco, las jornadas empiezan con el mate humeando, la lista de materiales repasada una y otra vez, y la logística funcionando como un engranaje silencioso que hace posible lo que parece imposible. Desde ese lugar se organizan los operativos que devuelven animales silvestres a territorios donde ya no estaban. Capturas, traslados de miles de kilómetros, encierros diseñados a medida. Todo eso necesita ciencia, sí, pero también tornillos, planos, correas, madera, soga. Y gente como Fabián. A simple vista, el foco en este tipo de labores suele ponerse en los científicos, pero detrás de cada decisión biológica hay una estructura que se arma con manos firmes y conocimiento del terreno. Ahí, entre planillas, herramientas y días de viento patagónico, aparece el trabajo que realiza Fabián, muchas veces invisible. “Trabajo en la Estación Biológica de Parque Patagonia, ubicada sobre el margen del Cañadón Caracoles. Mi rol es brindar apoyo logístico y operacional al equipo de conservación”, explica Fabián Oswald. Su tarea —y la del grupo que coordina— abarca desde el mantenimiento de la infraestructura y la provisión de insumos, hasta el diseño y la construcción de corrales, trampas y cajas de transporte adaptadas a cada especie. “Antes de empezar en esta área pensaba que la conservación era solo para biólogos, guardaparques o gente con carreras afines. Pero me di cuenta de que todos podemos y debemos hacer conservación”. El equipo que conforma El Unco es tan diverso como necesario. Ahí conviven biólogos, veterinarios, comunicadores, técnicos, logísticos. Cada uno aporta desde su lugar con un objetivo común, el de crear áreas protegidas donde las especies puedan vivir con sus ciclos completos. Y eso, en zonas remotas y con condiciones extremas, exige pensar mucho más allá del escritorio. Diseñar con las especies en mente Cuando un operativo involucra fauna silvestre. Cada animal necesita una estructura específica que permita garantizar su bienestar, reducir el estrés y facilitar un traslado exitoso. Fabián lo resume con claridad: “Debemos escuchar y entender las necesidades de cada especie, las dificultades del terreno donde se va a trabajar y la comodidad de las personas que realizan la tarea”. Así, por ejemplo, se diseñó un tráiler especial para guanacos, capaz de transportar grupos familiares completos con espacio para moverse y la posibilidad de intervenir individualmente si es necesario. En el caso de los choiques, se utilizan cajas individuales. Para chinchillones y coipos, se desarrollaron cajas cómodas, seguras y fáciles de trasladar. Nada queda librado al azar. “Cada especie tiene requerimientos distintos: sociales, de comportamiento, de época reproductiva. Y eso nos guía. Buscamos siempre hacer el manejo lo más rápido y respetuoso posible”, explica Fabián. En esa línea, una de las experiencias más exigentes y memorables fue el arreo y traslado de guanacos hacia la provincia de La Pampa, un operativo inédito que requirió meses de trabajo, pruebas y adaptaciones sobre la marcha. “Los guanacos son animales increíbles, fuertes, con dependencia social y temperamento únicos. Hubo muchas pruebas para lograr que las mangas funcionen y sean las adecuadas, meterlos al tráiler y poder transportarlos miles de kilómetros”, recuerda. En una de esas travesías, en plena noche y en medio de la nada, se rompió el eje del tráiler. Adentro, los guanacos esperaban. “Veníamos cansados de días de arreo. Pero pudimos reaccionar bien y rápido. Cada miembro del equipo ayudó sin problemas y resolvimos todo en pocas horas. Cuando llegamos a destino, en la provincia de La Pampa, los liberamos en un corral. Salieron todos juntos y se los notaba bien. Verlos en un lugar de donde habían desaparecido, sentir que estás ayudando a que una especie retorne a su hábitat, es muy gratificante”, dice Fabián. Identidad, territorio y futuro Aunque nació en Misiones, Fabián vive hace años en Perito Moreno junto a su familia. En Santa Cruz encontró su lugar, y también un propósito. “Nunca imaginé que iba a estar ayudando, desde algo que me apasiona como la construcción y el manejo de vehículos, a conservar y recuperar poblaciones de especies silvestres en la provincia, en Argentina y hasta en Chile!, donde hemos translocado choiques para apoyar un programa de reintroducción en el Parque Nacional Patagonia”. Su historia, como la de tantos otros que hacen posible la conservación en la Patagonia, muestra que para sostener los proyectos más innovadores, además de la ciencia y las ideas, se necesitan manos capaces de hacerlas realidad. “El trabajo en equipo y la garra que le pone cada compañero es algo que valoro mucho. Hay días de viento, nieve, frío, pero todos estamos ahí, tirando para el mismo lado”, dice y agrega que “apoyar la creación de áreas protegidas vinculadas a la comunidad y al turismo, sabiendo que estoy poniendo mi granito de arena para combatir la extinción y el cambio climático, es lo que quiero seguir haciendo” Entonces, ahora, con cada imagen en la que veamos científicos trabajando con fauna en ese rincón de la estepa, también podremos ver un pedazo de esa convicción que abraza Fabián. Porque mientras otros observan a la fauna, él se ocupa de que todo lo demás funcione.
Caravanas solares para seguir la vida secreta de los pumas jóvenes
Santa Cruz-, En febrero de 2025 comenzó un estudio en Parque Patagonia y Monte León para seguir a pumas juveniles mediante transmisores solares montados en caravanas. El objetivo es entender cómo, y hacia dónde se dispersan cuando se independizan de su madre, en qué lugares se establecen y cómo favorecer la convivencia entre fauna silvestre y actividades productivas en la región. ¿Cómo se desplaza un puma joven cuando deja el territorio donde nació? ¿A dónde va, por qué caminos, con qué ritmo? Por primera vez en Latinoamérica, un equipo científico busca responder esas preguntas a través de un seguimiento sistemático, combinando tecnología satelital, trabajo de campo y energías alternativas. El foco está puesto en los individuos juveniles. Los dispositivos que se utilizan, “son pequeños transmisores con paneles solares livianos que pesan entre 25 y 30 gramos. Se montan en caravanas y se abrochan a la oreja”, explica Emiliano Donadío, director científico de la Fundación Rewilding Argentina. Debido a su bajo peso, los transmisores pueden colocarse en las orejas de los animales sin representar una molestia para ellos a medida que crecen en tamaño. Hasta ahora se instalaron ocho caravanas en pumas juveniles de Monte León y cinco en Parque Patagonia. Cada una contiene un GPS que se activa cuatro veces al día y transmite la localización del animal en tiempo real, vía satélite. «Queremos evaluar qué proporción del total de juveniles nacidos en áreas protegidas se dispersan hacia otras áreas de la Patagonia», describe Donadío. Los investigadores esperan tener los primeros resultados preliminares de su estudio hacia fines del verano 2026. Moverse, alejarse, diversificar El comportamiento de dispersión no es un capricho, sino un mecanismo biológico fundamental. Y es que, como explica Emiliano, “los animales jóvenes, cuando tienen entre 6 y 15 meses, tienen que alejarse del lugar donde nacieron”. De acuerdo a estudios realizados en los Estados Unidos, el 100% de los machos juveniles presenta movimientos de dispersión, mientras que solo el 60% de las hembras se involucra en esos movimientos. Además, los machos tienden a moverse distancias más grandes. De esta forma, logran evitar aparearse con sus padres. Así como evaden, principalmente los machos jóvenes, la amenazante presencia del macho adulto dominante. “Pero además, al dispersarse e irse a otro lado, aportan genes nuevos en los lugares a donde llegan. Por lo tanto, aportan a la diversidad genética, que es muy importante para mantener poblaciones de animales genéticamente sanas”, detalla el investigador. A diferencia de la migración, que involucra un gran número de animales que se mueven juntos siempre en la misma dirección y de manera estacional, la dispersión es un comportamiento que se presenta individualmente en cada animal. La dirección del movimiento no está predeterminada y el animal no regresa al punto de partida. Las distancias, particularmente en machos pueden llegar a los cientos de kilómetros. La pregunta clave de este estudio está relacionada con entender cuántos animales efectivamente se dispersan. “Si de cada 100 animales se dispersan todos, hablamos de una dinámica. Pero si solo dispersan 10, el panorama cambia por completo”. El trabajo de campo tiene su complejidad y desafíos. Las trampas que se utilizan capturan juveniles y adultos por igual y los adultos capturados deben ser liberados sin transmisores. Aun así, se utilizan estrategias como colocar cámaras cerca de presas recientes para detectar si una hembra frecuenta el lugar con sus crías. “Los juveniles son un poco más curiosos y tienden a meterse más en las jaulas que los adultos”, dice Donadío. Luego, durante la colocación del transmisor —siempre con el animal sedado—, es fundamental que no afecte el movimiento natural de la oreja. Este proyecto forma parte de una iniciativa financiada por National Geographic y centrada en la importancia ecológica de los grandes depredadores y su coexistencia con productores en paisajes compartidos. El objetivo va más allá que el estudiar solo lo que ocurre dentro de las áreas protegidas, si no también, qué sucede en los territorios vecinos: cómo se mueven los pumas, en qué lugares se instalan y qué posibilidades existen de planificar una convivencia que contemple tanto la producción como la conservación. “Lo que nos falta para complementar nuestro trabajo es poder trabajar en áreas productivas para ver hacia donde se dispersan animales que nacen en estas áreas”, subraya Donadío. “Este es el primer estudio que va a evaluar cuantitativamente la dispersión de los pumas en la Patagonia, en particular, y en Latinoamérica, en general. Esperamos que estos datos, colectados de manera sistemática y siguiendo el método científico, sirvan para generar estrategias de coexistencia ecológicamente sostenibles”. Obtener esta información aporta conocimiento sobre el comportamiento de una especie clave en Patagonia. Y, además nos permite mirar el paisaje como una red viva. En esa trama compleja de áreas protegidas y campos productivos, el puma se mueve, explora y busca su lugar. Es ahí donde la información científica cobra valor como herramienta para pensar formas de coexistencia más reales, informadas y respetuosas.
Bajo cero y a puro oficio: cómo se prepara Parque Patagonia para la próxima temporada
Santa Cruz-, Mientras la estepa se cubre de escarcha y silencio, un pequeño equipo planifica, construye y cuida cada detalle para recibir a los visitantes cuando vuelva el buen tiempo. Mariano Nostro comparte cómo es preparar el parque en los meses más fríos. Cuando el trabajo se disfruta, todo parece más sencillo. Y si, como extra, se desarrolla al aire libre, en una de las postales soñadas de la Patagonia, no tiene precio. Este es el contexto en el que trabajan Mariano Nostro y su equipo, en la estepa del noroeste santacruceño, en plena temporada de invierno, cuando se “prepara la casa” para recibir a quienes llegarán con la primavera. Parque Patagonia se destaca como uno de los destinos emergentes de la provincia de Santa Cruz. Año a año, tanto turistas internacionales como nacionales y santacruceños eligen este lugar, se quedan varios días, recorren sus senderos y visitan las localidades cercanas. Despertar entre estos paisajes, con choiques y guanacos conviviendo con normalidad junto a las personas que recorren el parque, es una postal que, al menos una vez, hay que experimentar. Parte del secreto de estas experiencias es el trabajo que se realiza fuera de temporada. Ahí es cuando entra en escena Mariano Nostro y su equipo, que aprovechan para avanzar con tareas que durante los meses de mayor afluencia no tienen margen para realizar. Galpones, pasarelas y carteles: la obra silenciosa “Desde abril hasta ahora, estamos haciendo varias cosas en paralelo”, cuenta. Algunas están relacionadas con el mantenimiento del centro operativo y las viviendas del personal; otras, con el acopio de materiales y mejoras en infraestructura. “Estamos haciendo una estructura grande, que es un galpón para poder guardar el tractor para barrer la nieve, las camionetas bajo techo, y el combustible, que hasta ahora no teníamos esa comodidad”. Claro que también están los trabajos que impactan directamente en la experiencia de los visitantes. Por estos días, el equipo está construyendo pasarelas elevadas en el sector del Cañadón Caracoles, donde se desarrolló un área de uso público que incluye un camping y un centro de informes, junto a la zona de escalada. “La idea es ampliar los servicios para esta temporada, porque el lugar tiene mucha convocatoria —explica Mariano—. Hay paredones con vías de escalada de un lado y del otro, por eso pensamos en estas pasarelas: en lugar de pisar el humedal, las personas van a caminar por ahí, y eso va a ayudar a que no se degrade el terreno”. La tarea no es sencilla, y el trabajo bajo cero le suma dificultad, pero el equipo se entusiasma con estos desafíos. Para estas pasarelas, Mariano explica que están fabricando los arcos de hierro que serán las estructuras portantes: “Son como 150 metros de pasarela en total”. En paralelo, aprovechan el taller para realizar trabajos de mejora y fabricación de cartelería. Los desafíos y los objetivos “Las tareas que se priorizan —detalla Mariano— tienen mucho que ver con asegurar el abastecimiento de agua y mantener los caminos transitables. Muchas veces esto se vuelve complicado, por eso contamos con un sistema de bypass para controlar que el agua llegue bien desde la toma. Todas las mañanas y todas las tardes verificamos la tasa de recuperación de las cisternas y hacemos los ajustes necesarios. Es una rutina clave, igual que garantizar que los caminos estén en condiciones para acceder desde la ruta 40 hasta el centro operativo y el cañadón, en la bajada de Los Toldos.” Una vez pasados los meses más fríos, a partir de septiembre, comienza el trabajo directo en los senderos. “Esto lo hacemos una vez que se derrite la nieve: ahí nos volcamos a mejorar la infraestructura y las instalaciones de agua”. Sucede que antes de las primeras heladas, el equipo vacía toda la infraestructura y pone a resguardo los materiales y baterías. Luego, cuando termina el invierno y antes de abrir la temporada, revisan cada instalación. De esta forma pueden detectar caños rotos, bombas que no funcionen y resolver cualquier problema a tiempo. Para la próxima temporada ya hay objetivos claros. Uno de ellos es terminar el último tramo del sendero Balcón Sur, que llega hasta Cueva de las Manos. “Desde el Mirador del Cóndor hasta Cueva de las Manos es un sendero que tiene aproximadamente 4,2 kilómetros y nos quedaron 600 metros para terminar”. Las temperaturas, estos meses de invierno en Santa Cruz, rara vez superan los 5°C. En la cordillera, no es exagerado decir que la sensación térmica es mucho más baja. Sin embargo, esto no intimida al equipo de Parque Patagonia. Al contrario. “Me gusta trabajar en equipo, compartir esos momentos en el campo con los chicos; me gusta la parte de planificación, y lo más gratificante es cuando llegás, cumplís los objetivos y sale todo bien, en tiempo y forma… todos están contentos. Eso es lo más lindo: tener el gol”, describe. La clave del éxito Lo esperado es que cada persona que visite el parque se lleve la mejor impresión y, sobre todo, las ganas de contagiar a otros para volver. “Hemos recibido muy buenas devoluciones por la infraestructura del parque y, en muchas oportunidades, pude ser quien las escuchaba en persona, sin que supieran que era parte del equipo. Lo tomé como una buena señal”. La clave del éxito es, sin duda, que, como un equipo consolidado donde cada jugador es importante, trabajan para dar lo mejor cada día, y el resultado salta a la vista. “Me gusta el diseño de infraestructura, ser parte desde el inicio de los proyectos hasta verlos materializados. Trabajar en la naturaleza, viendo esos paisajes… Bueno, no quiero sonar cursi —se ríe—, pero mi trabajo significa mucho para mí”. “Pienso que el verdadero valor de lo que se hace está en las personas que lo realizan. La Patagonia, puntualmente donde estamos, es hermosa, pero en invierno puede ser bastante hostil. Nosotros trabajamos parejo todo el año, no importa la nieve o el viento. Por eso creo que hay algo dentro de cada persona del …
Donde vuelve el agua: restaurar vertientes para que regrese la vida
Santa Cruz-, En el noroeste de Santa Cruz, el equipo de conservación de Rewilding Argentina trabaja en la recuperación de humedales y vertientes que sostienen la vida en la estepa. Emanuel Galetto cuenta cómo el agua que regresa transforma el paisaje y permite que vuelvan las aves, los herbívoros y el equilibrio. Observar una postal de la estepa patagónica siempre es sinónimo de un paisaje intervenido por el viento constante. Ahí, donde el suelo parece inalterable, existen rincones que rompen la sequía y detienen el silencio. Hablamos de las vertientes, los mallines, las lagunas. Pequeños oasis que sostienen una diversidad sorprendente de vida, y que por siglos fueron también refugio para las personas. “Los humedales son ecosistemas únicos —explica Emanuel Galetto, del equipo de conservación de Rewilding Argentina—. En la estepa los encontramos como depresiones (lagunas), afloramientos de agua en laderas (vertientes) y pastizales húmedos (mallines) distribuidos en el suelo árido”, explica. Se trata de “reservorios de agua y sitios de altísima biodiversidad”. En estos ambientes nacen los cursos de agua que alimentan lagunas y refugios para aves migratorias como el macá tobiano o la gallineta chica, ambas en peligro de extinción. Es así que en Parque Patagonia, la meseta del Lago Buenos Aires actúa como una esponja, porque retiene el agua de las nevadas invernales y la va soltando en sus laderas, donde se forman mallines colgantes, cursos de agua que serpentean entre rocas y coirones. Así nace la vida… entre el agua y la estepa. El agua como centro de la historia Es en estas vertientes que la fauna encontró un punto indispensable para la vida. Pero además, durante generaciones, la historia humana en la región también se construyó a su alrededor. “Los cascos de estancia fueron asentados cerca de una vertiente. Los pueblos originarios buscaban estos sitios para asentarse y conseguir alimento”, cuenta Galetto. Aún hoy, las prácticas productivas más tradicionales se organizan en torno a estos sitios, “aprovechando cada gota del recurso más escaso de la estepa”. Ahora, la realidad es que muchas de estas vertientes fueron degradadas. Algunas perdieron su curso original, otras fueron drenadas o invadidas por especies exóticas. “Estos humedales han sido intensamente degradados por el sobrepastoreo producido por el ganado doméstico —especialmente equino, vacuno y ovino— que se concentra en estos sectores de alta productividad, eliminando la vegetación nativa y desencadenando procesos de erosión”, explica Emanuel Galetto. También han sido afectadas por especies exóticas invasoras, tanto de fauna como de flora. “El visón americano depreda sobre anfibios, reptiles, aves y pequeños mamíferos, afectando a especies amenazadas como la gallineta chica o el macá tobiano. Y los vegetales exóticos —como la menta, el berro, los sauces o los álamos— consumen la escasa agua disponible y cambian el cauce de ríos y vertientes”. Es por eso, que “primero debemos entender qué actividad antrópica generó el cambio —señala—. Solo así podemos restaurar y recuperar estas áreas”. Recuperar para que la vida vuelva Entre 2021 y 2024, el equipo de Rewilding Argentina relevó más de 100 sitios con presencia de humedales, vertientes y mallines en Parque Patagonia, especialmente en las mesetas del Lago Buenos Aires y Sumich, y en los cañadones Caracoles y Pinturas. El objetivo fue conocer su estado y comenzar un proceso de recuperación. Uno de los casos emblemáticos fue el humedal del cañadón Caracoles. “En 2019 comenzamos con la recuperación de un humedal que había sido completamente alterado —cuenta Galetto—. Estaba drenado, los juncales habían desaparecido, las vertientes que lo alimentaban habían sido desviadas y se habían construido terraplenes que cruzaban las pequeñas lagunas”. La zona, invadida por menta, berro y sauces, había perdido su diversidad. “Los guanacos y choiques ya no bajaban a pastorear. Zorros y pumas eran perseguidos por los perros de la estancia. El coipo y el chinchillón habían sido extirpados del paisaje. La gallineta chica se había convertido en un fantasma del pequeño juncal”. Ocho hectáreas cubiertas por vegetación exótica y solo unas pocas aves eran todo lo que quedaba. Entonces empezó el trabajo: recanalizaron las vertientes, cerraron los canales de drenaje, removieron terraplenes y controlaron especies invasoras. “Inmediatamente, el agua empezó a subir su nivel. A los pocos meses, los juncos comenzaron a rebrotar. En la primera primavera, las aves volvieron a las lagunas, llenando de vida y colores el humedal. También regresaron los choiques y guanacos. El canto de la gallineta chica retumbaba en los nuevos juncos”. A los dos años, el equipo logró translocar los primeros coipos, un roedor nativo que había desaparecido. “El humedal recobró su esplendor. Un nuevo ecosistema había resurgido. Esto es el rewilding”. La importancia de volver a mirar La restauración de vertientes es más que una cuestión técnica. Se trata de un gesto profundo de reconexión con el territorio. “Cuando los humedales y vertientes se recuperan, el paisaje cambia rotundamente —cuenta Emanuel—. Vuelven los colores, los cantos, los movimientos. Regresa la biodiversidad. Los herbívoros buscan las nuevas pasturas. Los predadores los siguen. Se restablece un equilibrio”. Para Emanuel Galetto, las vertientes son núcleos de vida donde todo se activa. Su recuperación es importante, porque permite que la vida silvestre regrese y que los procesos naturales se restablezcan, para que la estepa recupere parte de su equilibrio perdido.
Volver a enlazar la vida: biodiversidad, equilibrio y esperanza desde la Patagonia
Santa Cruz-, Cada 22 de mayo se celebra el Día Internacional de la Biodiversidad, una fecha que nos invita a reflexionar sobre el valor de todas las formas de vida que habitan esta casa común, que es nuestro planeta. Por qué es clave proteger las especies, cómo impactan las extinciones en los ecosistemas y qué esperanza trae la restauración en Patagonia. “La definición más sencilla de biodiversidad es la variedad de especies que habitan la Tierra: animales, plantas, hongos, microorganismos”, explica Sebastián Di Martino, biólogo y director de Conservación de la Fundación Rewilding Argentina. Aunque señala que no se trata solo de contar especies: también es importante la diversidad dentro de cada una (su diversidad genética) y la diversidad de ecosistemas donde interactúan. Por qué proteger la biodiversidad No se trata solo de utilidad o supervivencia. Di Martino introduce una perspectiva que trasciende el enfoque humano. “A veces, hablar de la importancia de una especie es una mirada utilitaria”, dice. “Pero hay una corriente, la del ecocentrismo, que plantea que cada forma de vida tiene un valor intrínseco, más allá de lo que represente para el ser humano. Y creo que eso es muy respetable”. De todas formas, en un mundo dominado por los intereses humanos, reconoce que los argumentos utilitarios también son válidos. “Todas las especies cumplen un rol en el ecosistema. Y nosotros dependemos para nuestra existencia 100% de que esos ecosistemas sigan funcionando y nos sigan proveyendo bienes y servicios”. El problema es que muchas especies ya se han perdido. La pregunta que flota es: ¿cuántas más se pueden extinguir antes de que el sistema colapse? El biólogo señala que, aunque todas las especies forman parte del engranaje, algunas son especies clave, y su desaparición puede desencadenar efectos en cascada. “La degradación del ecosistema se hace más visible cuando se extinguen esas especies que cumplen funciones fundamentales”. Por eso insiste con que, a la hora de pensar en la conservación, “hay que tomar un poco de cada visión: la que defiende el valor intrínseco de la vida, y la que recuerda que todo lo que pasa en la naturaleza, tarde o temprano, nos toca a nosotros”. Di Martino advierte que el deterioro no es nuevo ni exclusivo de otros continentes. «Es bastante difícil encontrar un solo metro cuadrado del territorio argentino donde no se haya verificado alguna extinción, incluso extinciones de especies claves, no de cualquier especie». En Parque Patagonia, por ejemplo, desapareció el huemul, que era junto con el guanaco y el choique uno de los principales herbívoros de la región, Incluso en nuestro país se han extinguido especies a nivel global, como el zorro de Malvinas, una especie emparentada con el aguara guazú que vivía en las Islas Malvinas o el guacamayo violáceo en el noreste argentino. «Se calcula que hay un millón de especies en peligro de extinción». Reintroducir especies: el desafío de recuperar lo que se perdió Uno de los ejes del trabajo de Rewilding Argentina tiene que ver con revertir las extinciones tanto a escala regional, como nacional. El director de Conservación explica que lo primero es identificar qué especies habitaron un territorio en tiempos históricos y cuáles son las que hoy ya no están. Luego, verificar si las amenazas que causaron su desaparición fueron controladas. “Porque si no, uno trae de vuelta la especie y puede volverse a extinguir”, advierte. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza establece criterios para realizar una traslocación: la especie debió habitar el territorio, debe haber ambiente suficiente para sostenerla, se requiere apoyo social y político, y es clave contar con una población fuente saludable, desde la cual extraer ejemplares sin ponerla en riesgo. “Eso fue lo que hicimos con los choiques”, cuenta Di Martino. “Argentina ha hecho bien las cosas en Parque Patagonia, la población está en crecimiento y eso nos permitió trasladar algunos ejemplares a Chile, donde la especie está en peligro de extinción”. También se realizaron traslocaciones de guanacos a otras provincias, como La Pampa y el Chaco, con el mismo objetivo de restaurar ecosistemas. El ejemplo más ambicioso y exitoso en el país —y quizás en el continente— es el de Iberá, donde se lograron reintroducir o están en proceso de reintroducción más de diez especies extintas localmente. “Es uno de los proyectos de reintroducción multiespecies más grandes de América”, afirma Di Martino. Y asegura que no se trata de una utopía, sino de un modelo posible. “El gran desafío ahora es la escala y la velocidad. Estamos frente a una crisis grave de extinción, que para mí es la madre de todas las crisis ambientales. Primero, porque es irreversible. Y segundo, porque desencadena las demás: el cambio climático, por ejemplo, se agrava cuando los ecosistemas están degradados. La naturaleza es nuestra mayor herramienta para capturar carbono”. Esperanza concreta y manos a la obra Aunque la crisis de biodiversidad es profunda y avanza cada vez más rápido, Sebastián Di Martino no duda en llevar claridad y esperanza. “No es una esperanza utópica ni naif. Es una esperanza basada en hechos concretos”, asegura. Y lo dice con el respaldo de décadas de trabajo en campo, de proyectos que lograron recuperar especies, restaurar territorios y construir nuevos pactos con la naturaleza. De todas formas, el mayor desafío es la escala y la velocidad, porque los impactos ya no son para las generaciones futuras: están ocurriendo en la nuestra. “Hoy todo se acelera. Los cambios que antes pasaban de una generación a otra, ahora suceden en una misma vida. Con la extinción de especies también pasa eso. Cada vez es más rápido. El cambio climático se está acelerando. Y eso requiere que nuestra capacidad de reacción también sea mayor”. Y es por eso que insiste en que “no alcanza con buenas intenciones”. Hace falta decisión, organización y cooperación real. “Nosotros trabajamos con más de 100 organizaciones e instituciones científicas en nuestros proyectos. La mayoría apoya y promueve el rewilding como estrategia de restauración ecológica”. Hace muchos años que el equipo de Rewilding …
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Trashumancia desde adentro: una travesía con olor a lana y paisaje
Santa Cruz-, El fotógrafo de Perito Moreno, Franco Bucci, siguió durante cuatro días a un grupo de gauchos que arrean miles de ovejas desde la meseta del Lago Buenos Aires hasta el Cañadón del Deseado. A pie, a caballo, con paciencia y respeto, retrató una práctica centenaria que sobrevive en la Patagonia profunda. No se trataba de llegar, disparar y salir. Franco Bucci sabía que para contar la trashumancia con la profundidad que merecía, primero tenía que estar, habitar los silencios, respirar el ritmo lento del arreo, caminar entre las ovejas, dormir en galpones de estancias vecinas o al costado de la ruta, compartir los mates con los peones. Solo así, con empatía y tiempo, la imagen podía construirse desde adentro. “La idea era retratar una forma de vida, no hacer una postal”, dice Franco. Y lo logró. Durante cuatro días recorrió más de 70 kilómetros junto a la gente de la estancia La Vizcaína, en el noroeste de Santa Cruz, muy cerca del Parque Patagonia. El viaje comenzó en las alturas de la meseta del Lago Buenos Aires, donde las ovejas pasan la primavera y el verano, y terminó en las orillas del río Deseado, donde encuentran abrigo y pasto para el otoño y el invierno. Antes de arrancar, acompañó la “pelada de ojos”, una esquila rápida que dura un día y medio. Luego se sumó al arreo. Caminó, cabalgó, escuchó. Aprendió a mirar sin interrumpir. “No es lo mismo fotografiar una actividad en un día que compartir todo el proceso”, cuenta. Además, “no estaba tan acostumbrado a andar a caballo”, por lo que la experiencia fue muy diferente. “Cuando uno se queda, convive, conversa con ellos, entiende. Y recién ahí puede levantar la cámara”. Una experiencia que se transforma en memoria visual La trashumancia es una práctica centenaria que sobrevive en algunas estancias de la región. Aunque va quedando en manos de menos personas, sigue marcando el pulso de una forma de producir ganadera adaptada al clima y a los ciclos de la estepa. Franco, que trabajó varios años en conservación de fauna, decidió documentar el entorno desde otra perspectiva. “Es mi forma de contar lo que somos, de dejar un registro de lo que existe y tal vez no esté para siempre”. En su relato no faltan los detalles geográficos: “en el recorrido, se puede ver la meseta volcánica del Lago Buenos Aires, los valles de Los Antiguos, lagos glaciares, el descenso hasta el cañón del Deseado” Lo que muchos no conocen es que, “en el noroeste de Santa Cruz, existe una meseta gigante: 500.000 hectáreas que se extienden como un mar de basalto y volcanes. En su parte más alta, hacia el oeste, se encuentra el complejo volcánico Monte Ceballos, que guarda el último glaciar extrandino de la provincia”, describe. Todo el paisaje está marcado por conos volcánicos, valles y antiguos lagos glaciares, que al retirarse dejaron grandes pampas planas. Desde esa meseta, el descenso es un viaje altitudinal hasta el Cañadón del Deseado: “Un cañadón gigante que nace en Perito Moreno y desemboca en Puerto Deseado, y que, como toda esta tierra, se formó al ritmo de las glaciaciones y el tiempo”. Transitar estos paisajes en mayo, que tiñen de otoño la estepa de ocres y lilas en el amanecer. “Fue en esos momentos cuando pude capturar las imágenes más potentes”. La búsqueda es también muy especial, porque lo que Franco espera es que “quienes vean estas fotos, conozcan su propio entorno, que entiendan que hay formas de vida que siguen existiendo, que tienen historia, esfuerzo, belleza. Y que valen la pena”, resume. El trabajo completo aún no fue publicado, pero ya se proyectan ideas para exponerlo, compartirlo con las familias que participaron y seguir sumando escenas al archivo visual de una comarca que, como Franco, respira paisaje, historia y sensibilidad.
Tras las huellas del puma: la mirada de un guía chileno en el Parque Patagonia
Santa Cruz-, En el Parque Nacional Torres del Paine, Iván Berrios lidera salidas de observación de fauna para fotógrafos y turistas de todo el mundo. Conoce los secretos del paisaje, los recorridos del puma, sus hábitos. Pero cruzar la cordillera y vivir la experiencia en el Parque Patagonia, del lado argentino, le abrió una nueva perspectiva. La búsqueda fue otra: más silenciosa, más paciente, más salvaje. Iván es un fotógrafo y guía especializado en vida silvestre que lidera expediciones en el Parque Nacional Torres del Paine, en la Patagonia chilena. Su enfoque se centra en la observación y fotografía de pumas, guanacos y otros animales de la región, así como en la captura de paisajes impresionantes. Durante su visita al Parque Patagonia en Argentina, Iván quedó profundamente impresionado por la belleza del lugar, la diversidad de senderos y la abundante fauna. “Mi experiencia allá fue y será inolvidable”, dice. “No pensaba que era tan hermoso el lugar. No tenía idea de todos los senderos que tienen. Cada día que pasé ahí fue mejor que el anterior”. Su visita fue parte de una recorrida que incluyó caminatas, intercambio con equipos de conservación y una experiencia distinta: buscar al puma en un entorno donde todavía es más esquivo, más silvestre. “En Parque Patagonia es más difícil avistarlos, aunque probablemente ahí exista el mismo número de individuos que en Torres del Paine. Se nota mucho que le temen al humano”, cuenta. Y sugiere una posible explicación, y es que, “en zonas colindantes al parque aún se los caza”. A diferencia del modelo chileno, donde muchas estancias ya desarrollan propuestas de turismo fotográfico, en el Parque Patagonia argentino la búsqueda de fauna implica rastrear huellas, seguir pistas, leer el terreno. “No es solo llegar y ver. Es caminar, aprender a mirar, tener paciencia. Es otra conexión”, dice Iván, que logró ver una hembra joven el último día de su estadía. “Al vernos, se fue rápidamente. Pero cuando nos alejamos, se relajó. Eso es muy bueno”. La experiencia lo marcó. “Les dije a los chicos que ellos estaban creando historia ahí, con el tema de la conservación. Me gustó que todos saben que tienen que remar hacia el mismo lado, los vi muy unidos y con mucha vocación”. Entre dos parques, un mismo objetivo Iván nos habla de lo importante que es la colaboración entre los que desarrollan tareas similares. “Hace poco vino un chico desde Parque Patagonia por Rewilding Argentina y estuvo parando cerca de Torres del Paine para ver cómo trabajamos acá con el tema de los pumas. Es la única forma. No vernos como competencia, sino trabajar juntos para proteger la fauna amenazada”. En Torres del Paine, sus salidas apuntan a fotógrafos de naturaleza, aficionados y visitantes que solo quieren ver un puma. “La idea es hacerlo bien. Sin alterar el comportamiento del animal, guardando distancia, sin perseguirlo todo el día. Hay un aumento del turismo tipo safari, y no todos son responsables. A veces el animal pasa a segundo plano, y eso no puede ser”. La experiencia en el noroeste de Santa Cruz lo inspiró. “Conocer a los chicos de la Estación Biológica El Unco, a la gente de La Posta de Los Toldos, a Hori (el fotógrafo del parque), que me guio… Me llenó de felicidad y me dio fe en las personas. Realmente se ve que aman la naturaleza”. De regreso en Chile, Iván siguió pensando en lo vivido. “Al día siguiente tuve un tour en Torres del Paine y no podía dejar de recordar todo lo vivido. Me ayuda a ser mejor guía. A valorar también la paciencia que requiere buscar a los animales, no tenerlo todo rápido”. Quizás por eso su mensaje final no es una foto, sino una invitación: “Lo más importante es compartir. Información, imágenes, estrategias. Si logramos que más gente entienda por qué hay que cuidar, ya estamos ganando”. Para más información, pueden seguir a Ivan en sus redes: @etpic
Revista científica difunde estudio inédito sobre la gallineta austral en los juncales patagónicos
Santa Cruz-, Durante años, la gallineta chica fue una presencia casi invisible en los humedales patagónicos. Ahora, un estudio en el noroeste de Santa Cruz revela datos inéditos sobre su comportamiento, reproducción y hábitat, y abre nuevas perspectivas para su conservación. En los juncales del noroeste santacruceño, la vida se oculta entre los pastos altos. Hay un canto breve y agudo que a veces se escucha, pero casi nunca se ve. Es la gallineta chica, un ave esquiva que durante años fue apenas un eco entre los humedales. Pero ahora, una investigación del equipo de Parque Patagonia, liderado por Emanuel Galetto, permite conocerla más de cerca y revela información valiosa para su preservación. Publicado recientemente en la revista Acta Zoológica Lilloana, el estudio sobre la gallineta chica (Rallus antarcticus) reúne más de seis años de trabajo en terreno. Con cámaras trampa, técnicas de captura y marcaje, y un seguimiento paciente y constante, el equipo logró recolectar un volumen de datos sin precedentes sobre su biología y ecología. “Es un granito de arena que aporta a asentar las bases de nuevos trabajos que ayuden a la conservación de la especie”, señala Galetto. “Creo que nunca antes se había reunido tanta información sobre la gallineta chica, así que estamos muy contentos”. Dos ciclos reproductivos y un enigma migratorio Una de las revelaciones más destacadas del estudio es que la gallineta chica presenta dos eventos reproductivos por año, uno en primavera y otro en verano. Este hallazgo resulta fundamental para comprender su potencial de recuperación poblacional. “Saber que puede reproducirse dos veces al año permite pensar en estrategias de manejo más efectivas, con mayores probabilidades de éxito en la restauración de su hábitat”, explica Galetto. Aunque aún no está claro si la especie es completamente migratoria o parcialmente residente, el monitoreo permitió detectar que al menos una parte de la población permanece durante el invierno en los juncales del Cañadón Caracoles. “La migración es nuestro próximo desafío. Necesitamos encontrar el método para descifrar este enigma”, dice Galetto. La hipótesis de una migración parcial se basa en registros concretos con cámaras trampa, que muestran que algunos individuos abandonan el sitio y regresan meses después a los mismos territorios. La investigación también ayudó a precisar las condiciones ambientales clave para la especie: humedales sanos, con cobertura vegetal abundante (principalmente juncales), disponibilidad continua de agua y ausencia de especies exóticas. “En los sitios donde se trabajó para controlar especies invasoras, restaurar cauces de agua y recuperar la vegetación nativa, la gallineta chica volvió a aparecer”, resume el conservacionista. La gallineta y los humedales: una relación en riesgo El estudio se desarrolló principalmente en un juncal de la Estación de Campo “El Unco”, en la región del Parque Patagonia, donde el retiro del ganado, la remoción de terraplenes y la recuperación hídrica permitieron ampliar el humedal, de 8 a 22 hectáreas. La respuesta fue evidente: el juncal se llenó de vida y la gallineta volvió a habitarlo, criando a sus pichones y expandiendo su rango. Sin embargo, los riesgos persisten. “La reducción y uso intensivo de los escasos humedales de la Patagonia, sumado a la aparición de especies exóticas, probablemente afecten la supervivencia y reproducción de la especie”, advierte Galetto. En el paper se explica también cómo la depredación por parte del visón americano —una especie invasora— y el sobrepastoreo son amenazas importantes que han provocado la desaparición de la gallineta chica en varias zonas donde antes era común verla. “La gallineta nos está mostrando caminos para cuidar mejor los humedales”, dice Galetto. Silenciosa, esquiva, fantasma de los juncales, es más fácil de oír que de ver. Pero está ahí, en el corazón de un ecosistema en riesgo. Conocerla, entenderla y protegerla no es solo una tarea científica: es también un gesto de compromiso con esos ambientes que todavía nos permiten imaginar futuros posibles.